RW – Capítulo 214

Capítulo 214: El viaje hacia la Ciudad del Rey

La flota mercante siguió sobre una bifurcación del río Redwater en camino hacia el norte, después de pasar por Silver City entraron en el gran canal hacia Ciudad del Rey.

Theo recordó que una vez había leído en las “Crónicas de Graycastle” que hace doscientos años, toda esa zona había sido un desierto. Con el fin de transportar la plata extraída de las minas cercanas de Ciudad del Rey, Wimbledon convocó a canteros y casi diez mil trabajadores. Después de 20 años de tiempo dedicados a la excavación, finalmente abrieron una conexión directa entre las minas de plata y la Ciudad del Rey. Sin embargo, durante el proceso de excavación, una nueva ciudad se formó gradualmente alrededor de las minas de plata, que más tarde se llamó Silver City por el difunto rey.

Pero la escena que se encontraba frente a él era completamente diferente de la vista de hace 200 años; todo eso ya no era un desierto. En cambio, ambas partes se encontraban cubiertas de tierras de cultivo exuberantes, que lentamente provocaron la transformación de la ciudad. Al ver esa escena, Theo pensó en la avenida del Reino que conectaría la Ciudad Fronteriza con la Fortaleza Longsong. Cuando ese camino fuese terminado, él creía que las colinas del entorno también llegarían a ser densamente pobladas.

“¿He escuchado que antes solías vivir en Ciudad del Rey?” De repente escucho una voz de mujer detrás de él.

Cuando Theo giro la cabeza, miro que la voz pertenecía a Margaret, la propietaria de la caravana, y asintió: “Antes de que me convirtiera en guardia del palacio, me encontraba viviendo en el centro de la ciudad”.

“¿Cómo te sientes al volver a tu antiguo hogar?”.

“Honestamente hablando, no está mal,” dijo, “Si no fuera por la orden de Su Alteza Real, preferiría quedarme en la Ciudad Fronteriza. Aunque Ciudad del Rey parece ser un lugar tan animado, hace que la gente desarrolle una sensación de asfixia por vivir allí.” Lo cual es particularmente el caso debido a la nobleza menor, pensó Theo.

“¿Eso es así?” Preguntó Margaret. “¿Cuánto sabes de Su Alteza Roland?”.

“¿Que tratas de decir?” Al oír esa pregunta, su corazón se estremeció un poco con frío.

“Creo que es realmente una persona increíble. Por supuesto, muchos rumores malos se encuentran fluyendo alrededor de la Ciudad del Rey, también debiste haber oído muchos de ellos. Sin embargo, en la Ciudad Fronteriza… no se parece en nada, a como esos rumores dicen, su comportamiento e ideas son impredecibles,” ella hizo una pausa, “si el motor de vapor fue hecho a través de sus conocimientos y habilidades, ¿por qué entonces, incluso los soldados son entrenados por él, tan fuera de lo ordinario?”.

Hablando del Primer Ejército, Theo tomo una mirada en dirección a los soldados que se encontraban sentados en la cubierta, teniendo en cuenta que sus actividades en la Ciudad del Rey tenían que ser ocultas tanto como le fuese posible; no se encontraban equipados con armas, ni tenían puesto su uniforme militar unificado. En lugar de eso, su armadura se encontraba reemplazada por todo tipo de armaduras de cuero diferentes, y las únicas armas que fueron capaces de sostener eran las lanzas de madera en sus espaldas, parecían como cualquier otro guardia de la caravana. Para la mayoría de ellos, era la primera vez que se alejaban del Territorio Occidental y, por eso, todos se encontraban mirando con curiosidad y hablando unos con otros acerca de lo que veían, pero nadie se había quitado los zapatos o acostado sobre sus brazos.

Por otro lado, los mercenarios de la caravana, para evitar el sol, muchos de ellos se alejaron de la cubierta y se metieron en la cabina, dejando sólo tres o cuatro personas en la cubierta que a su vez se quitaron los zapatos y se colocaron en las sombras con sus manos estiradas al lado de su cuerpo.

“No estoy entendiendo.” Respondió Theo con reticencia. No era que estuviera tratando de esconder algo, sino simplemente que no sabía la respuesta. Después de llegar a Ciudad Fronteriza, el Cuarto Príncipe se volvió muy diferente en comparación con su antiguo yo: “Probablemente el comportamiento de Su Alteza Real antes era sólo un disfraz”.

“¿Era…?” Margaret no dijo nada más, guardó silencio por un momento y luego de repente extendió la mano y señaló en la distancia. “Mira, esa es la muralla de la ciudad. Llegaremos pronto”.

Al final de su campo de visión pudo distinguir un gris natural, difuso, con solo estar de pie allí y mirar, pudo sentir la magnificencia de las murallas de la ciudad, las paredes de la ciudad eran las obras más destacadas de la Gremio de Constructores antes de que fueran disueltos. Tanto su altura como su espesor eran insuperables en el Reino de Graycastle. Incluso logro escuchar decir que las paredes tenían habitaciones y canales que ofrecían lugares para descansar a casi mil soldados. Haciendo posible el garantizar una patrulla ininterrumpida y un rápido apoyo.

Cuando las paredes quedaron claras para que Theo las mirara, las figuras de los fugitivos también entraron en su campo de visión.

Un gran número de civiles se encontraban reunido en las afueras de la Ciudad del Rey. Habían construido simples cobertizos a lo largo de las murallas. Frente a esos cobertizos, se encontraban fogatas ardiendo, emitiendo humo blanco en el aire, en todas ellas parecían como si estuviesen hirviendo aparentemente arroz. Por el momento esas personas aún no se han quedado sin comida, y sus expresiones faciales también parecen ser buenas. Pero la ciudad del Rey no los apoyara siempre con comida gratuita, tan pronto como los aristócratas seleccionen a su fuerza de trabajo, enviaran a sus tropas para expulsar a estas personas.

“¿Cómo planeas llevar a cabo tu tarea?” Preguntó Margaret con curiosidad. “¿Vas a enviar a los soldados que te ha dado Su Alteza para atraer a la gente por propaganda?”.

“No, tal plan tendría una eficiencia demasiado baja. Además, sería muy fácil llamar la atención no deseada de otros,” Theo negó con la cabeza. “Si quieres hacer algo en la Ciudad del Rey o bien sobornas a un oficial o contratas a las ratas callejeras, sobre esto ya deberías tener una profunda compresión”.

“Claro,” se rió, “quería ayudarte con una o dos palabras, pero parece que no es necesario. Así que, si necesitas algo de dinero, sólo necesitas ir conmigo.” Margaret le dio una ficha, “mientras reveles esto, uno de los encargados de mi tienda me contactará inmediatamente. Por supuesto, todo debajo de 100 royals de oro puede ser tomado directamente”.

“Gracias.” Theo tomó la ficha: era una piedra de color rojo oscuro, grabada con unas líneas que nunca había visto antes.

“No hay necesidad de ser tan cortés,” se rió entre dientes. “El dinero me será devuelto por Su Alteza con intereses”.

Después de llegar al muelle del canal, Theo ordenó a los soldados del primer ejército que se quedaran en las afueras y esperaran noticias de él. Su única tarea actual era evitar ser visto por las patrullas de la Ciudad del Rey tanto como pudieran, mientras Theo mismo entró en la ciudad junto con la caravana. En la puerta, señaló que la inspección de los guardias se había hecho mucho más estricta que antes. Al parecer, no querían que ninguno de los fugitivos, que fueron capaces de escapar del Oriente entraran en la ciudad.

Después de entrar en la ciudad, lo primero que miraron sus ojos fue una hilera de horcas imponentes.

Se encontraban cuatro mujeres con las manos atadas a la espalda, soltando un hedor horrible debido a su exposición al sol abrasador. Al ver tal escena, Theo inmediatamente frunció el ceño.

“Timothy está realizando cacerías de brujas en la ciudad, y son las más desafortunadas las que son atrapadas,” suspiró Margaret, “Pero eso no es cierto, son algunas brujas de las que la nobleza se aburría, y aprovecharon esta oportunidad. Es difícil decir qué es mejor, seguir siendo encarcelado en un cuarto oscuro sin luz, o ser liberado del dolor tan pronto como sea posible… no importa qué, deseo que ellas puedan descansar en paz”.

Durante la última mitad del año en la Ciudad Fronteriza, Theo se había dado cuenta de que las brujas no eran tan imperdonables como la Iglesia había predicado y que, a excepción de sus extrañas habilidades, no existía diferencia entre ellas y la gente común. Mirando los cuerpos de las mujeres colgadas en la horca, pudo determinar que la más pequeña solo tenía alrededor de catorce a quince años de edad. Cuando se dio cuenta de eso, de repente se sintió como si su corazón estuviera siendo estrujado, inmediatamente dándole un sentimiento sofocante.

Aparte de los refugiados afuera de la Ciudad del Rey, poco había cambiado en su interior durante ese medio año. Al lado de la carretera principal que conducía a la puerta de la ciudad, que se encontraba pavimentada con piedras azules, todos los otros caminos secundarios y callejones se encontraban hechos de barro. Ahora, bajo el cálido sol de verano, el suelo estaba cubierto de grietas, y cada vez que un carro pasaba, un estallido de polvo amarillo se levantaba de él. Era difícil imaginar que la capital del reino fuera inesperadamente superada por las construcciones de una pequeña ciudad desolada justo en la frontera occidental.

Después de cruzar dos calles, en una línea la caravana entró en la zona del mercado. En lugar de seguirlos, Theo se despidió de Margaret y se dio la vuelta por su cuenta en un callejón.

Al llegar a la entrada familiar de la taberna “Trompetista Oculto”, inmediatamente abrió la puerta y entró.

“¡Oye! ¡La taberna sólo se abrirá por la noche!” alguien gritó.

Theo los ignoró y se dirigió directamente al bar, frente al hombre fuerte quien se encontraba limpiando con esmero una copa de vino dijo: “¿Todavía me recuerdas?”.

“¿De qué piedra saltan los saltamontes? ¿No oíste que la taberna sólo se abre por la noche?” Él dejó el vaso con impaciencia, levantó su sombrío rostro mientras dos camareros también lo rodearon, al mismo tiempo que dé tuvieron el acomodo de las mesas y sillas, “Ahora contaré hasta tres… ¿El Sr. Theo?”.

“Soy yo,” Theo escupió a un lado. “Tengo un buen negocio que quiero ofrecerte”.