LOP – Capítulo 013

Capítulo XIII

 

Dentro de un sueño; del cual era imposible escapar; perdió la noción del tiempo. ¿Cuánto había pasado desde la ultima vez que se despertó? ¿días? ¿meses? ¿años? ¿décadas? ¿tal vez, siglos? No lo sabía… al menos la ultima vez que estuvo consciente podía escuchar los rezos humanos pidiendo protección, pero ahora, solo los alaridos de los muertos retumbaban en el lugar.

Dentro de la recamara de piedra blanca, el resplandor de su brillo aún no se había apagado. Vagamente logro sentir el evento que lo despertó de su letargo. El ambiente se había cargado con poder sagrado, despertándolo tanto a él como los odiosos no-muertos en la superficie.

Su poder aun se encontraba drenado, no seria extraño que cayera en otro profundo sueño en algún momento; pero a diferencia del pasado, ahora tenia algo que lo intrigaba y por lo tanto se negaba a caer dormido nuevamente.

¿Por qué un dios había manifestado su presencia en este mundo? Eso no era algo que pudiera ignorarse fácilmente, tal vez las criaturas mortales no entenderían la gravedad de este asunto, pero él, como un ser inmortal y el cual a tenido conciencia desde los inicios del tiempo; era muy consciente de la importancia del evento.

Se debía entender que desde la ultima guerra entre los inmortales dioses y demonios, la segunda guerra en su tipo, con la diferencia de que en esta participaron también los seres mortales; el dios eterno, el padre de la creación había establecido reglas y dividió el mundo separando a mortales de los inmortales, a los dioses de los demonios.

Aunque no era imposible que un dios manifestara su presencia en este mundo mortal, no podría hacerlo sin cumplir estrictas condiciones; aún más, el poder que acababa de sentir era de uno de los dioses menos conocidos, uno de los mas retraídos y de los que jamás se inmiscuiría en asuntos mortales sin una buena razón.

El poder divino de la vida, el poder de Eri la Diosa de la vida se sentía en el ambiente. Las masas mortales muchas veces afirmaban que la gracia de Eri mantenía con vida a los seres mortales, pero eso solo era testimonio de su ignorancia. La vida y la muerte eran conceptos muy ajenos para los inmortales, o al menos, el significado de esos era muy diferente desde la perspectiva de un dios, en contraparte de la mortal.

Sí bien, Eri era la diosa de la vida; también fue la diosa hermana de la muerte y sobrina del tiempo. Era la encargada de mantener el control sobre la vida y la muerte. Cuando un mortal sucumbía al paso del tiempo y agotaba su tiempo de vida, quitar su aliento, apagar su vela, cerrar sus ojos; no era trabajo de la diosa de la muerte Ela, sino más bien, era trabajo de Eri.

Ela se encargaría de custodiar su alama, juzgarla, y enviarla por el camino de la reencarnación a través de los dominios de Ghutkar, dios del tiempo. El cual termina en los dominios de Eri, diosa de la vida; la cual le otorgaba un nuevo soplo de vida y lo regresaba al mundo mortal. Ese era el siclo de la vida mortal.

Pero desde la perspectiva de los mortales, existía una lucha entre Eri y su hermana Eli, donde Eri defendía la vida evitando de que su hermana, la diosa de la muerte. Si alguien fallecía por cualquier motivo; se decía que fue obra de Eli, mientras que, si se salvaba de algún peligro de muerte, fue obra de Eri que lo salvo de las manos de Eli.

La contradicción entre la verdad y las creencias se debía precisamente a que tanto Eri como Eli eran dioses que jamás interactuaron con los mortales, siendo dioses completamente desconocidos. Incluso la raza Fox Tail los cuales fueron creados de los dorados cabellos de Eri no la comprendieron jamás.

De entre todos los dioses, Eri la diosa de la vida, era muy especial, tanto en su nacimiento como en sus poderes. A diferencia de todos los dioses del panteón inmortal, Eri no nació del dios eterno, padre de la creación, sino mas bien, que nació de la diosa del amor. Fue la diosa encargada de dar vida al mundo mortal cuando solo era un paramo estéril. Sus huellas moldearon la tierra, sus dedos surcaron la tierra formando los ríos; con su respiración las nubes se formaron. Sus cabellos dorados que cayeron al suelo crearon la primera raza mortal en caminar la tierra, los Fox Tail.

El mundo mortal, fue su creación. Y todos los dioses y todos los demonios envidiaron tal belleza. Esto fue lo que desencadeno la primera gran guerra inmortal, al finalizar esta; los dioses y los demonios comenzaron a crear sus propias razas mortales hasta que llego la segunda gran guerra inmortal, haciendo que el dios de la creación, el padre de todos los inmortales se parara los mundos.

Desde entonces, Eri jamás volvió a intervenir en el mundo mortal; desde entonces ningún mortal escucho su melodiosa voz, ni recibió su gracia o afecto.

Tal dios había hecho su aparición en el mundo mortal nuevamente, como un ser inmortal, que entendía toda la historia de la creación del mundo no podía dejar de pensar en la razón, ni en las consecuencias de este suceso.

Meditando sobre esto, fue que logro sentirlo. Un aura débil y lejana, pero muy familiar. Su pulso mágico comenzó a circular con avidez, por primera vez en mucho tiempo sintió que debía salir nuevamente al mundo. Comenzó a absorber los residuos de la presencia de Eri para recuperar su fuerza, al mismo tiempo envió un pulso mágico a aquella aura que sentía.

Con el tiempo, el aura fue creciendo y la distancia entre ellos se fue acortando. Al paso de algunos días pudo llegar hasta su templo. Fue entonces que se dio cuenta de la razón por la que la diosa había intervenido en el mundo mortal; había traído condigo un paladín. Una existencia olvidada en el tiempo como él.

Por un momento su cuerpo vibro lleno de emoción, pensado en los que estaría por llegar, pensando en las batallas que se librarían. Pero inesperadamente una repulsiva aura estallo dentro de su templo.

Era un nigromante. Su corazón se hundió, y la magia de su filo brillo con ira. Si tuviera su poder real, de no haber sido drenado de su energía durante tanto tiempo, solo la luz de su acero seria suficiente para eliminar aquel molesto nigromante. Pero ahora era imposible, le llevaría demasiado tiempo recuperar su poder; incluso habiendo absorbido el remanente de la presencia de un Dios, no fue suficiente.

Solo pudo sentir con impotencia como su nuevo maestro se alejaba cada vez más. Aunque sabia que su luz podría mancharse, no le quedo mas remedio que buscar un portador que pudiera blandirla. Usando su poder divino restante tomo el control de un esqueleto no muerto. Él iría en busca de su maestro.

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Dentro de la iglesia un espectro y esqueletos estaban alborotados; a la vez porque su presa había escapado, o la razón también podría ser la luz sagrada que emanaba desde el suelo.

Los muertos eran seres de la oscuridad con un profundo odio por los vivos. Buscaban el descanso por lo que eran atraídos por lo sagrado. De pronto; el suelo se derrumbó, dejando al descubierto una escalera que descendía a un sótano bajo la iglesia.

La luz sagrada que salía del agujero paro y un chirrido se escuchó; como el vibrar del metal. Pareciera el berrinche de un niño al cual no le daban su gusto; estas vibraciones perturbaban cada vez más a los no muertos, los cueles gruñían y lanzaban gritos de agonía entre las rizas del espectro que los había esclavizado. De pronto la luz rodeo un no muerto que llevaba una espada corta y un escudo; y este se movió en dirección a las escaleras.

El espectro gruño con furia, el no muerto no solo se había liberado de su esclavitud si no que servía a otra voluntad; eso lo lleno de ira y arremetió con su enorme oz, pero este choco contra la luz y reboto sin inmutar al no muerto que continuo su camino hasta descender por las escaleras llegando a un cuarto. Ahí se encontraba una espada, y sobre esta un escudo en un pedestal de piedra con decoraciones de oro y plata; ambas armas parecían hechas de oro adornadas con joyas de color rojo.

El escudo tenía un grabado de la cabeza de un león; el pomo de la espada tenía un gravado similar. Su hoja era tan perfecta que se podía sentir el filo con solo mirarla. La espada junto con el escudo comenzó a vibrar; el no muerto soltó sus armas y cogió la espada del pedestal, luego, sujeto el escudo y estos cambiaron de un color dorado a un negro brilloso que desprendía un aura como humo desde la hoja de la espada. En ese instante la coraza de su armadura cambio; recubierto de un líquido viscoso y negro como alquitrán se formó una armadura con superficie irregular de color negra como el carbón. De la misma forma cambiaron las demás piezas. Del yelmo salían cuernos largos y curvados hacia arriba.

— Groaaagggh — gritó el no muerto y un viento oscuro emano de su cuerpo, entonces la espada y el escudo volvieron a vibrar y el no muerto los miro y se comenzó a moverse.

Al subir las escaleras lo espera el Nigromante No-muerto; al verlo de pie en el primer escalón de las escaleras el nigromante invoco su bola de fuego y la disparo, pero él no muerto levanto el escudo y este recibió el hechizo como si solo se tratara de un tormentoso viento, sin ningún retroceso ni molestia. Ante esto, el nigromante se acercó con la intención de usar la oz, pero él no muerto levanto la espada y corto hacia abajo; y una luz salió dispara como laser por donde había pasado la hoja de la espada, cortando todo a su paso. El nigromante, partido a la mitad; desapareció en una explosión de humo negro, entonces el no muerto gritó otra vez.

— Groaaagggh — y los demás no muertos en toda la iglesia gruñeron junto con él y comenzaron salir de la iglesia marchando por el mismo camino.

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El combate había terminado pero el cansancio permanecía, la adrenalina había mantenido en movimiento su cuerpo, pero al pasar el peligro; desapareció. Provocando que sus piernas cedieran ante el peso que cargaban.

Arrodillado, intentaba recuperar su aliento y su mente se despejo lo suficiente; permitiendo que sintiera la energía proveniente de la espada y el escudo. Era una sensación familiar, era la misma que sintió dentro de la iglesia. De pronto un chirrido proveniente de la espada aturdió sus sentidos haciéndolo cerrar sus ojos por reflejo.

El corto tiempo que permaneció con sus ojos cerrado fue suficiente para que el escenario delante de sus ojos cambiara completamente. Por delante solo podía ver un blanco infinito sin nada a su alrededor, su mente aun intentaba asimilar el repentino cambio cuando escucho el gruñido de una bestia por detrás.

Su instinto lo llevo a reaccionar por reflejo, colocando su cuerpo en posición de combate mirando a su enemigo. No entendía que sucedía; o donde estaba. Delante suyo había un león completamente dorado y envuelto en llamas.

Podía ver que tenía un tamaño igual o tal vez más grande que el Lobo De Furia, su exuberante melena desprendía fuego al igual que sus patas y la punta de su cola; en su cabeza, por ojos tenía dos pequeñas llamas y sus colmillos sobresalían varios centímetros de su hocico. A pesar de que sus sentidos le advertían peligro, estaba maravillado con tan magnífica bestia, su corazón latía con muchas emociones dentro, mientras su mente diseñaba planes de contingencia para los posibles desenlaces que podría tener lugar, pero sus pensamientos se descontrolaron al escuchar una voz en su cabeza, era aguda y fuerte.

— ¡Dime humano!… ¿deseas poder?

— Tu… —su rostro aun mostraba que sus pensamientos estaban descontrolados—. ¡¿tú hablas?!

— al ver a una bestia sagrada y ¿eso es lo que preguntas? —Kai no tenía un concepto claro de que era una Bestia Sagrada, pero por su aura majestuosa podía entender que debía mostrar más respeto.

— Disculpa… ¿Quién eres tú? Y ¿dónde estamos?

— hmm —su disgusto se manifestaba en su resoplido, pero de igual manera respondió mientras comenzó a caminar dando vueltas alrededor de Kai—. Este es un espacio creado a través del vínculo de nuestros espíritus…—Kai no lograba entenderlo por lo que permaneció en silencio, analizando cada palabra—. Yo soy el espíritu que forma el núcleo mágico de esta arma, la cual fue forjada utilizando mi cuerpo; por lo que si preguntas ¿Quién soy?… Entonces solo puedo responder que soy la espada que corta todo, al igual que soy el escudo que detiene todo. Soy el espíritu que controla el fuego; en mi se albergan las llamas del sol y estas obedecen mi voluntad, pero los humanos se refieren a mí como Las Armas del Corazón del León.

— ¿Por qué estoy aquí? —inquirió Kai.

— ¡GROAR! —El león rugió con Fuerza—. ¡Respondí tus preguntas humano!, ahora tú responde la mía.

El poderoso rugido aun hacía eco dentro de sus oídos mientras intentaba recordar cual había sido la pregunta. Kai busco dentro de sí una respuesta, por dentro podía sentir una sed de poder insaciable. Antes de llegar a este nuevo mundo; como artista marcial, toda su vida supero sus propios límites en busca de poder, Pero mientras que más fuerte se volvía, más vacío se sentía por dentro. En el mundo del que venía, el concepto de poder había cambiado en el tiempo de la humanidad; apagando su deseo por el poder. Cuantas veces había deseado haber nacido cuando el poder de un hombre se basaba en la fuerza que ostentaba su brazo.

Al haber llegado a este mundo; por primera vez se sintió vivo. Por dentro podía sentir como se desbordaba el deseo de sobrepasar sus nuevos límites; por lo que respondió sinceramente.

— Yo deseo poner mis límites a prueba y hacerme aún más fuerte, por lo que ¡sí!… ¡deseo obtener tanto poder como este cuerpo pueda llegar a darme!

— Entonces… ¡empúñame! ¡GROAR! —Rugió con gran fuerza.

De pronto; el escenario delante de él volvió a ser el mismo de antes y pudo ver la espada clavada en el suelo delante. Al sostenerla, la elevo y esta se ilumino desprendiendo una cegadora luz, la cual al pasar; dejo ver una reluciente espada dorada con hoja de acero.