Capítulo 180: Unos Atractivos Ojos Morados (3)
El líder de secta agitó su mano y apretó los dientes mientras ordenaba: «¡Rápido, retirada!»
No sería demasiado tarde el vengarse, incluso si tuviera que esperar diez años, porque si él no moría, siempre tendría la oportunidad de vengarse…
El hombre de la túnica plateada levantó ligeramente la mano, y un destello negro golpeó el pecho del líder de secta, quien eligió no oponer resistencia y, en su lugar, lo recibió con agrado, extendiendo sus defensas hasta el máximo.
El líder de secta retrocedió con rapidez hacia atrás, tomando prestada la fuerza de esa luz negra. Aprovechando este momento, su mano aterrizó en un león dorado a un lado, el cual se movió cuando lo empujó con su palma. Al mismo tiempo, una puerta de piedra se abrió detrás del animal, riéndose para sus adentros del hombre con túnica plateada antes de entrar en la pared de piedra, destruyendo la llave para abrir el camino secreto mientras se iba, o en otras palabras, ¡ese león dorado!.
El hombre con túnica plateada miró la puerta de piedra bien cerrada, pero no persiguió al líder de secta. En su lugar, usó a aquellos que fueron abandonados por el líder de secta como objetivos para desahogar su ira…
Un baño de sangre ocurrió dentro de la Secta Santa ese día, creando un infierno humano…
…
Noche.
La luna era como el agua, ya que emitía una luz tenue. Una joven dentro de una habitación tenía los ojos cerrados con fuerza mientras sus pestañas temblaban. Era obvio que ella se sentía intranquila.
La piel de la niña era maravillosamente suave y radiante, poseyendo una apariencia hermosa bajo la luz de la luna, capaz de devastar países y culturas.
Sin embargo, nadie estaba allí para ver a una figura con túnica plateada entrar por la ventana de esa habitación, ubicandose ante la cama de la niña…
Se concentró de todo corazón en la joven que dormía profundamente y tocó su rostro desnudo, antes de reír con amargura. Después de eso, reemplazó la máscara plateada destruida por otra, cubriendo su rostro.
En el instante en que se colocó la máscara en la cara, la joven abrió sus fríos ojos y saltó de su cama, atravesando el espacio entre ella y el hombre con dos de sus dedos, los cuales se dirigieron hacia la garganta del hombre parado frente a su cama.
Pero se detuvo una vez que se acercó al cuello del hombre…
«¿Wu Chen? No, no eres Wu Chen. ¿Quién eres tú?»
La euforia en el rostro de la joven se desvaneció con el paso del tiempo mientras levanta la cabeza para mirar al hombre que tenía delante, enfatizando cada sílaba mientras hacía sus preguntas.
Ella había visto antes la máscara de plata de Wu Chen, así que lo había identificado por error como Wu Chen. Aún así, Wu Chen no tenía los ojos morados, e incluso el aura entre este hombre y Wu Chen era diferente…
Este hombre no podía ser Ye Wu Chen.
El hombre extendió su mano como si quisiera acariciar la cara de la joven; sin embargo, bajó su mano en el instante que estuvo a punto de tocarla. Un rastro de amargura y renuencia pasó por sus ojos.
Le dio a la joven una última y profunda mirada antes de girarse, sin decir una palabra, para salir de la habitación…
El corazón de Mu Ru Yue palpitó levemente.
En un inicio, Bai Ze tenía un dolor profundo en los ojos cuando la miraba, y aunque no sabía por qué sentía una ligera incomodidad cuando percibió el dolor en sus ojos, solo había sido hasta ese punto.
Sin embargo, cuando vio el dolor de este hombre, su corazón se sintió como si alguien lo hubiera atravesado con violencia.
Ella levantó la cabeza para mirar en la dirección donde el hombre había desaparecido y frunció los labios.
Wu Chen, ¿eras realmente tú?.
Si así fuera, ¿por qué no querías acercarte?.
Ella estuvo destinada a tener una noche de insomnio en aquel momento.
…
Una vez que el hombre dejó la Residencia Mu, estuvo a punto de caerse del dolor. Usó su mano para acariciar con suavidad la máscara de plata en su rostro, para murmurar con ojos llenos de dolor, «Este poder ha regresado una vez más…»
El poder que arrasaba todo su cuerpo era incontrolable e incluso él no sabía lo que estaba pasando.
Un dolor intenso hizo que el hombre se pusiera a sudar antes de levantar la cabeza para gritar…
En ese momento, innumerables llamas negras salieron disparadas de su cuerpo, quemando a todos los árboles circundantes. Después de eso, la serenidad regresó, dejando al hombre jadeando con violencia por oxígeno…