Capítulo 432: Encuentro

Como su viaje se mantuvo en confidencial, obviamente no había nadie esperándolo después de anclar.

Por lo tanto, Otto no tenía planeado ir directamente al castillo, sino planeaba mirar el territorio del príncipe antes de dirigirse a las ratas locales para mantenerse al día, ya que una imagen valía más que mil palabras.

Salió de la cabaña y bajo al muelle, inmediatamente se asombró de lo que vio.

¿Esto es… realmente un muelle fronterizo?

Las áreas del muelle estaban construidas con ladrillos de color rojizo a varios cientos de pasos de la orilla del río. Los puertos de anclaje estaban construidos en intervalos determinados, con un cartel para indicar donde debían anclar en el muelle, y sobre el había un número. Otto de inmediato los contó. Había 26 en total, todos los cuales se mostraban nítidamente como tentáculos que se extendían desde el banco. Algunos estaban cubiertos de nieve, mientras que otros revelaban las planchas de color leonado que había debajo. Eso le indicó que el muelle de la ciudad estaba bien cuidado, incluso durante los meses de los demonios.

En comparación, con los puertos en el muelle de Ciudad del Rey los cuales eran menos, tanto longitud como en número.

Sin embargo, lo que más le sorprendió fueron los barcos en el muelle.

Una fila de colosales barcos grises que nunca había visto estaban anclados no muy lejos. Había siete u ocho en total, de los cuales cada uno estaba flotando poco profunda sin vela ni mástil. Sin embargo, eran definitivamente demasiado grandes para ser operados por remos. Una característica única de esos extraños barcos era el neumático gigante de madera a cada lado y la gruesa tubería de hierro en el centro. Parecían diferentes de cualquier barco fluvial.

Otto se quedó un buen rato parado observándolos. Estaba tratando de averiguar cómo esos raros «barcos neumáticos» sería operados, una vez se pusieran en marcha.

Se sacudió la nieve de su cabeza, y dejó atrás esos pensamientos, procedió a seguir a la tripulación hasta el pueblo.

Aparentemente, Otto no era el único pasajero del «Downwind» de Ciudad del Rey. Observó a la tripulación descargando productos y apilándolos en el muelle. Varios guardias vestidos con uniformes negros se encontraban apuntando cosas en papel. Parecían estar examinando la mercancía, mientras recogían un par de bolsas de vez en cuando.

«¿Quiénes son esas personas? ¿Los mercenarios contratados por los compradores?» Otto le preguntó al capitán.

«¿Eh? ¿Mercenarios?» El capitán dijo:»Esos tipos son patrulleros de Ciudad Fronteriza.»

«¿Patrulleros?» Quedo perplejo. ¿No eran lo mismo que los bandidos? Recordó la primera vez que llego a Ciudad  Fronteriza, los patrulleros de allí lo chantajearon por con dos Royals de plata, solo más tarde se entero que esa práctica era común en todas partes. Esos patrulleros eran una especie de rivales directos de las ratas callejeras, por ende hacían casi obviamente lo mismo. La diferencia era que cobraban más y a menudo por nada. Sin embargo, para sorpresa de Otto, el capitán se veía relajado, y seguía fumando tranquilamente su pipa sin ninguna intención de detenerlos, ni tampoco mostraba la intención de darles royals de plata.

«Pensé lo mismo cuando vine aquí por primera vez.» El capitán le explicó, parecía haber leído su mente,»Los patrulleros aquí son diferentes. Mientras sigas sus reglas, no tienes que pagar nada antes de entrar en el mercado.»

«¿Reglas de los patrulleros?» Otto dudó, y frunció el ceño. Hasta los bandidos hablan de reglas, y también anotan cosas. Probablemente no están escribiendo nada más que símbolos retorcidos, pero eso ya es suficiente para impresionarme.

«¿Qué están escribiendo?» pregunto.

«Los tipos y el número de los bienes… especialmente el trigo», respondió el capitán, levantando las manos. «Los bienes son revisados después de su entrega en el mercado. Esto es para evitar que lo vendamos a otros a mitad de camino. La comida aquí sólo puede ser vendida por el Señor. Por supuesto, no tengo trigo en mi carga, así que será rápido.»

Todas las bolsas fueron cargadas a los carruajes y pronto salieron del muelle, listos para llegar al mercado. De repente, Otto quedó deslumbrado por la escena.

¿Este realmente el territorio más desierto del reino de Graycastle?

Otto sintió que la ciudad era tan próspera como Ciudad de Glow, capital del Reino Amanecer.

Como noble, había visto muchos edificios magníficos. En comparación de la Torre amanecer y el Gran Salón del Sol, esos edificios de dos o tres pisos definitivamente no se comparaban.

Sin embargo, sólo había una Torre Amanecer, que estaba rodeada de casas derrumbadas, caminos pantanosos y aguas turbias.

Y él no podía ver nada de eso allí, ni una sola casa que pareciera un poco desgastada, era como si todas las residencias hubieran sido construidas al mismo tiempo.

«Pareces bastante sorprendido», dijo el capitán riendo. «No tienes nada de que avergonzarte. Todos estuvimos tan aturdidos como tú cuando llegamos por primera vez aquí. Debo decir que Ciudad Fronteriza es un lugar increíble. ¿Ves el edificio de tres pisos de ahí? No estaba allí la ultima vez que vine.»

«He oído… que solía ser una base minera aquí.»

«Eso es lo que yo también había oído, pero quién sabe la verdad», comentó, moviendo su nariz. «Sabes que muchas veces los rumores vuelan y caminan por si solos. Quizá haya toneladas de oro escondido en la mina de la vertiente norte, y por eso Su Majestad envió a su hijo aquí… Después de todo, están relacionados por sangre.»

«Espera. ¡¿Qué es eso?!» Al otro lado de la plaza, Otto vislumbró de repente dos grandes globos coloridos flotando en el aire. Debajo de ellos estaban colgando estandartes, que decía «Bienvenido a la Ciudad Fronteriza», y «Únete Ahora para Obtener los Beneficios del Ciudadano».

«¿Las cosas de arriba o de abajo?» El capitán contestó, haciendo pucheros: «No sé mucho sobre las bolas flotantes que están ahí arriba, pero sobre lo de abajo… Puedes ir al este de la plaza donde generalmente se colocan los avisos del Señor. La pancarta dice que están reclutando turistas, comerciantes y refugiados de todo el mundo.»

«¿Incluso refugiados?» Otto preguntó con consternación: «¿Cuáles son los beneficios de los ciudadanos?»

«Subsidio por trabajo, comida gratis por los dos primeros meses y un refugio. Suena impresionante, ¿eh?» El capitán explicó airosamente: «No es tan fácil conseguir la aprobación. Muchos de mis tripulantes lo han intentado, pero ninguno de ellos ha pasado. El Señor quiere a alguien leal, no creyente de la iglesia y que no tenga antecedentes penales. Pero… el robo también es un crimen. Todos los marineros han robado en algún momento de sus vidas, ¿no crees? Además, aunque la ciudad parezca animada, de hecho, también hay muchos inconvenientes hasta donde puedo decir.»

«¿Como por ejemplo?»

«Apenas hay entretenimiento. No hay casinos ni prostíbulos, ni siquiera una prostituta en la calle.» Escupió un escupitajo y continuó quejándose: «¿No te aburrirías hasta la muerte viviendo en un lugar como éste?.»

Pronto después de todo, otto decidió que iría observar el mercado, mientras el capitán y su tripulacion entregaban la mercancía. Según el capitán, había un montón de cosas raras en el mercado de conveniencia en ese lado y el mercado de clase alta en el otro. Pronto Otto observo que era cierto y vio líneas de estanterías llenas de mercancías diversas. Una vez que se quedaba un poco de tiempo observando un estante, alguien se acercaría a saludarlo. Independientemente del resultado de la negociación con el príncipe Roland, Otto sabía que esta ciudad ya había llamado su atención.

Justo entonces, pronto noto un revuelo entre la multitud.

Otto se dio la vuelta y vio a dos señoras que se dirigían hacia ese lado.

Una de ellos vestia un vestido negro con una larga cola de caballo oscura. Tenía ojos finos, nariz bonita y labios redondos. Pero la frialdad de su cara la hacia parecer inaccesible. La otra persona era completamente diferente, tenia un aspecto suave y grandioso. Los rasgos de cada una de ellas eran elegantes y magníficos como una cálida brisa primaveral. Su hermoso cabello rubio reflejaba un brillo como los rayos dorados al amanecer.

Otto pronto sintió como su sangre fluyo hacia su cerebro.

Se frotó los ojos una y otra vez, con las manos temblando un poco, estaba seguro de que era ella…

«¡Andrea Quinn!» Incapaz de contener su excitación, Otto gritó en voz alta entre la multitud.