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TBA-009

El sol se puso y cayó la noche. Las estrellas brillaron una a una mientras una galaxia aparecía de repente en el cielo nocturno. Albrecht miró esta galaxia y sintió una vez más que ésta no era la “Tierra”.

Sus ojos siguieron fijos en el conjunto de estrellas mientras la culpa y la decepción que sentía de sus padres volvían con la misma intensidad que en un principio.

Se había convertido en alguien diferente de lo que era antes, de eso no había duda. Era como si dos líneas, distantes entre sí, estuvieran fusionadas en una sola cuyo rumbo era ahora muy distinto. No obstante, aunque su curso había cambiado, seguía conectado a las primeras dos líneas. El antiguo Albrecht seguía siendo él, y su pasado era algo de lo que tenía que responsabilizarse.

No sabía por qué de repente tenía los recuerdos de su otro “yo” viviendo en la Tierra. Sin embargo, aunque no supiera la “razón” de ello, al menos podía ver el “significado” de ello.

Si hubiera dejado su “yo” primitivo como estaba, probablemente se convertiría en un demonio que sólo sabía derramar sangre libre en el mundo. Al menos ahora, estaba seguro de que no se convertiría en uno.

Aunque pensó que ya era demasiado tarde. ¿Sería decapitado por su padre? Si eso ocurriera, juró aceptarlo de todo corazón.

Mientras las estrellas desaparecían y aparecían y el cielo comenzaba a volverse azul oscuro, entró el mayordomo, Hans. A diferencia de lo habitual, iba pulcramente vestido y con el pelo peinado.

“Jovencito, por favor, póngase el gambesón”.

Hans indicó a Albrecht que le siguiera mientras se ponía el gambesón, así que siguió a Hans hasta el primer piso. Vio a su padre nada más entrar en el vestíbulo.

Burkhardt llevaba una cota de malla con un sobrevesta* que tenía el escudo de la familia. Su espada, sostenida por sus dos manos, apuntaba al suelo.

Estaba flanqueado por Guntram, Peter y Arnold, que vestían sus respectivos uniformes. Las expresiones de todos eran serias.

El corazón de Albrecht palpitaba. ¿Realmente iba a morir? Aunque estaba dispuesto a aceptar su castigo, no podía dejar de sentirse nervioso por dentro. Se paró frente a su padre, escondiéndose detrás de una fachada de calma.

Burkhardt asintió con la cabeza a Arnold. Éste vistió a Albrecht con una cota de malla.

Albrecht dejó que Arnold le pusiera la armadura, ya que no sabía cómo hacerlo. También le dieron una sobrevesta con el escudo de su familia, y se le colocó un cinturón de espadas que sostenía la espada que recibió como regalo en su ceremonia de mayoría de edad, junto a su respectiva vaina.

Burkhardt habló cuando terminaron.

“Arrodíllate sobre tu rodilla derecha”.

Albrecht obedeció sin saber lo que iba a ocurrir a continuación. Burkhardt colocó su espada en el hombro derecho de su hijo y le dijo: “Debes ser siempre honesto. Para conservar tu honestidad, debes estar dispuesto a arriesgar tu vida. Así debe ser la mentalidad de un caballero”.

Luego levantó la espada sobre la cabeza de Albrecht y la apoyó en su hombro izquierdo.

“No debes intimidar a los débiles. Este es un principio que un caballero debe mantener. Protege a los inocentes. Ese es el deber del caballero”.

Burkhardt apuntó su espada una vez más hacia el suelo. Albrecht miró a su padre con ojos temblorosos.

“Por medio de mis acciones esta noche, ahora eres oficialmente un caballero. Peter, Hans, Guntram y Arnold te sirven de testigos. Levántate”.

Albrecht se levantó. Burkhardt continuó.

“Albrecht, te destierro ahora de este territorio. Si pones un pie aquí imprudentemente, tendrás que enfrentarte a mí y luchar conmigo hasta la muerte. Y…”

Como para refrenar sus abrumadoras emociones, Burkhardt respiró profundamente y luego dijo: “Cuando yo muera, volverás aquí y te harás cargo de este territorio. Esto, debes prometerlo”.

Albrecht miró a su padre. Sus singulares ojos de águila parecían estar a punto de llorar.

Su padre siempre fue estricto y frío. Aunque nunca le dijo a Albrecht que le quería, no tenía por qué. Él ya lo sabía.

Cuando era niño, tenía la costumbre de quitarse la manta de encima mientras dormía. Su padre iba a menudo a su habitación, le arreglaba la manta y le besaba en la frente. El calor de esa suave sensación era suficiente para derretir cualquier sensación de frío que tuviera en ese momento. Era amor.

Albrecht desenvainó su espada, la agarró con ambas manos y apuntó al suelo como hacía su padre.

“Lo prometo, padre”.

Burkhardt miró a Guntram cuando Albrecht habló. Guntram le entregó el Hacha del Trueno de Sigfried envainada.

Burkhardt deslizó su espada en la vaina y dijo: “Nuestro linaje terminará si mueres fuera de todos modos, así que no tiene sentido conservar el Hacha del Trueno. Llévatela”.

Guntram salió y dijo: “Ven por aquí, por favor”.

Albrecht le siguió. Miró hacia atrás y vio que su padre lo miraba en silencio. Quiso decir algo pero su boca no se movió. Esta era la última oportunidad en su vida de ver a su padre. No podía creerlo. Apenas pudo dar un paso adelante.

Cuando salió, vio a su madre y a otras personas. Su madre se acercó a él y le puso sobre los hombros una capa negra que ella misma había confeccionado.

“Pronto será invierno. Asegúrate de ir a una ciudad y alojarte en una posada antes de que llegue el invierno”.

Albrecht abrazó a su madre con fuerza mientras ella derramaba lágrimas en silencio. La abrazó durante mucho tiempo antes de soltarla y alejarse sin mirar atrás. Sabía que si volvía a mirar a su madre, no podría irse.

Guntram esperaba en la puerta de la ciudad con un caballo. Un casco y un escudo colgaban de su montura. El escudo era triangular con la parte superior plana, los lados curvados y la parte de abajo terminaba en una punta. Su parte frontal estaba dividida en cuatro partes iguales con pintura de blanco, negro, blanco y negro, empezando por la parte superior izquierda y siguiendo en el sentido de las agujas del reloj. Este era el escudo de su familia.

Se subió al caballo y recorrió el camino lentamente mientras observaba su entorno.

Si se hubiera despertado un poco antes, habría podido ayudar a sus padres a cuidar de su pueblo. Pero sólo podía culparse a sí mismo de este resultado. Todo era culpa suya.

No fue honesto ni honorable. No cumplió con su deber. No se adhirió a todos los principios de un caballero que su padre le dijo y luego se comprometió de nuevo a tomar el juramento… y mantenerlo. Se odiaba a sí mismo.

Albrecht sacó el colgante que Eric le había confiado. Era redondo, con una flor bellamente tallada y rodeada de tallos. La flor tenía seis hojas con un topacio amarillo incrustado en el centro.

Decidido a no olvidar nunca el crimen que había cometido contra Eric, se colocó el colgante al cuello y lo escondió bajo su ropa. Por ahora, decidió hacer de Penbacht su destino final.

Descendió lentamente la montaña mientras observaba el territorio y la tierra que había debajo.

¿Cuándo podré volver a ver esto? Si hubiera despertado antes…

Continuó con ese tren de pensamientos. Antes de darse cuenta, había llegado al pie de la montaña. La gente que había salido desde primera hora de la mañana para prepararse para el trabajo observaba a Albrecht con inquietud porque iba completamente armado y montado en un caballo.

Albrecht avanzó un poco más y giró a la izquierda. El Territorio Kaltern estaba situado entre dos ríos que nacían en el norte. Uno de los ríos se utilizaba para llevar troncos al aserradero. Burkhardt patrullaba a menudo el camino junto a ese río, por lo que la zona más allá debería ser segura hasta cierto punto.

Mientras seguía el camino, un grupo de niños comenzó a reunirse a su alrededor. Jurgen estaba entre ellos.

“El capitán se ve muy bien. Pero, ¿a dónde vas?”

El inocente niño parecía simpático. Albrecht le sonrió y dijo: “Me han desterrado. Tengo que irme de aquí ahora”.

Los niños se sorprendieron al principio antes de empezar a hablar de lo que había dicho.

“¿De verdad? ¿Realmente estás desterrado? ¿Volverás?”

“Tal vez. Podré volver y heredar el patrimonio cuando mi padre muera. Pero también podría morir fuera y no poder hacerlo nunca”.

Cuando Albrecht dijo esto, algunos de los niños que no le creyeron al principio parecían haber aceptado lo que decía, con caras serias. Los más jóvenes del grupo se atragantaron y rompieron a llorar.

“Id a casa ahora, chicos. Escuchad a vuestros mayores y no les causéis problemas a partir de ahora”.

Los niños le siguieron durante mucho tiempo. Por el camino, algunos se volvieron. Cuando llegaron al aserradero, quedaban menos de diez personas.

En el aserradero, los hombres que se habían preparado para trabajar por la mañana se quitaron las gorras de la cabeza y se inclinaron al ver a Albrecht.

Todos se asustaron ante Albrecht, que iba completamente armado y montado en un caballo. Se apartaron, esperando que no les hiciera daño. Sin embargo, no esperaban que se detuviera frente a ellos.

“Me gustaría disculparme por todo lo que he hecho hasta ahora. Sé que decir esto no borrará fácilmente sus dudas sobre mi sinceridad, pero me disculpo una vez más. Lo siento mucho”.

Albrecht inclinó la cabeza hacia ellos. Todos se miraron con los ojos muy abiertos.

Los dejó aturdidos y siguió montando el caballo por la orilla del río.

Se dirigió lentamente hacia el sur durante toda la mañana. La mañana terminó, el sol estaba en su punto más alto y sin darse cuenta ya había pasado medio día. Ahora habían llegado al final del bosque. Este era el límite del Territorio Kaltern.

Jurgen era el único que le seguía. Joven y con el físico que tenía, caminar tan lejos le hacía perder el aliento.

“Supongo que eso es todo. Adiós”.

“¡Capitán! Yo… ¡Tengo algo que decir!”

“¿Qué ocurre?”.

Jurgen abrió la boca pero no pudo decir nada. Entonces empezó a llorar. Albrecht esperó a que hablara, con una paciencia que solo confundió más a Jurgen.

“Esto… Sobre la vaca que mataste. Fui yo quien se lo contó al Señor”.

Albrecht no se lo esperaba y se sorprendió. Si Jurgen no se lo hubiera contado a su padre, no lo habrían regañado severamente y Eric no habría muerto.

Sin embargo, Albrecht ni siquiera se molestó en pensar sobre qué hubiera pasado si Jurgen no lo delataba. En realidad no albergaba mucho resentimiento.

“Sólo lo pregunto porque tengo curiosidad, pero… ¿Por qué hiciste eso?”

“Porque lo que hiciste estuvo mal. No podrás convertirte en un caballero… de esa manera. Hic”.

Albrecht se quedó momentáneamente aturdido, y luego rió.

“Jajaja. Parece que eres incluso mejor que yo”.

Albrecht rió más fuerte mientras espoleaba el caballo para alejarse del territorio con más rapidez. Su pelo rubio brillaba a la luz del sol mientras se agitaba con el viento.


  • Un sobrevesta o sobreveste es una túnica sin mangas que se sujetaba por la cintura con un cordón o correa. La sobrevesta era colocada sobre la cota de malla que cubría al caballero medieval.
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The Biography of Albrecht

The Biography of Albrecht

Chronicle of Albrecht, TBOA, 알브레히트 일대기
Puntuación 7.8
Estado: Ongoing Tipo: Autor: , Lanzado: 2019 Idioma Nativo: Korean
One day, our protagonist, Albrecht, gained the memories of a modern man.

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