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TBA-003

Albrecht sentó a su madre en la silla del Lord, el cual se encontraba en el piso más bajo del castillo. Luego la besó en la mejilla y dijo:

“Voy a limpiar el establo y después saldré un rato. Te veré por la noche, madre”.

Justo cuando Albrecht estaba a punto de darse la vuelta, un hacha, que estaba montada horizontalmente en la pared detrás de la silla del Lord, le llamó la atención.

Esta era el Hacha del Trueno del Gran Héroe, Siegfried.

Desde que Albrecht era joven, su padre le decía a menudo que su familia era descendiente del Gran Héroe, Sigfried, y que el Hacha del Trueno era una prueba de ello.

Esto era un hecho que llenaba de orgullo al Albrecht del pasado, pero ahora que se daba cuenta de que no había ninguna prueba real ni genealogía, no podía evitar sentirse un poco escéptico.

Sin embargo, eso no le impidió sentir que aquella hacha le era muy familiar, lo que hizo que no pudiera apartar la mirada.

El Hacha del Trueno era un hacha barbada, con una hoja ancha y una base ligeramente doblada para formar una ranura en el mango. En la cabeza del hacha estaba grabado un dragón, siguiendo las costumbres del norte.

El mango era aerodinámico, de forma similar a un hacha de tala, con una ligera curva hacia dentro para un mejor agarre. También había una cabeza de dragón tallada al final del mango.

Albrecht no pudo evitar levantar la mano y bajar el hacha de la pared, y le pareció que era bastante más pesada que un hacha de tala común y corriente.

Adelhyde gritó sorprendida.

“Cariño, vuelve a ponerla en su sitio”.

“En un segundo, madre”.

Era muy difícil que una persona pudiera blandir un hacha de tala con una sola mano, a menos que fuera increíblemente fuerte. Incluso si se pudiera blandir, su postura sería inestable.

Pero para Albrecht, un hacha de tala no era muy diferente de una rama de árbol ordinaria. Había jugado y entrenado con árboles ya talados cuando era más joven, así que Albrecht disfrutaba del agarre familiar mientras balanceaba el Hacha del Trueno de lado a lado, de arriba a abajo y en diagonal. Cada vez que la blandía, Adelhyde escuchaba un intimidante sonido “hong”, dejando claro que el arma rasgaba el aire con una fuerza y velocidad sorprendente.

Después de blandirla ligeramente un par de veces más, agarró el mango con ambas manos y blandió el hacha con toda la fuerza que pudo, provocando un largo “bang” que llenó la habitación y empujó a Adelhyde un paso atrás mientras gritaba sorprendida. Sonó como si el aire hubiera explotado por un momento.

“Te he dicho que la pongas en su sitio. Rápido”.

Albrecht rió entre dientes por las palabras de su madre.

“Lo siento. No era mi intención asustarte. Ya me voy”.

Con eso, Albrecht volvió a colocar el Hacha del Trueno en su lugar, antes de partir con un gesto de despedida hacia su madre.

Adelhyde observó en silencio su retirada con una expresión ligeramente incómoda.

Albrecht salió del castillo y bajó por la montaña Hoenkaltern.

Mientras caminaba, se preguntaba si tenía un trastorno de identidad disociativo, pero no creía que lo tuviera. No tenía muchos conocimientos de psicología, pero al menos podía decir que no tenía dos personalidades en su cuerpo.

“Él” siempre había sido una sola persona. Sin embargo, ya no era Albrecht, ni aquel ciudadano común de la Tierra.

Lo que le hacía doler la cabeza era el hecho de que algunos de sus recuerdos eran más claros que otros, lo que le dejaba confundido.

Una cosa que notó durante esta confusión, fue el hecho de que sus recuerdos eran de alguna manera extraños. Después de todo, recuperar un recuerdo era muy diferente a recuperar información que había sido almacenada en un ordenador.

Cuando recordaba cosas, siempre iban seguidas de emociones. Y ni siquiera podía saber si el recuerdo era el origen de dicha emoción o no.

Esto le llevó a pensar que descubrir el origen de esas emociones sería un paso clave para establecer su identidad.

Otra cosa en la que pensó fue en esta extraña combinación que era su cuerpo.

Un niño con capacidades físicas monstruosas y un ciudadano normal que vivió en la Corea moderna.

El “yo” que vivía en Corea simplemente se quedó dormido en su cama después de trabajar horas extras como de costumbre. Y cuando abrió los ojos, era Albrecht.

¿Su “yo” dormido murió y su alma vino a este mundo como en esas novelas de fantasía?.

¿O sólo estaba viendo “los” recuerdos de ese ciudadano?.

¿Cuál era la respuesta correcta?

Se encontró con unas mujeres mientras bajaba la montaña.

Estas mujeres se dirigían al castillo con todo tipo de productos. Desde verduras como zanahorias, cebollas y ajos hasta manzanas, leche, queso y huevos.

Cuando le vieron, las mujeres se apartaron y bajaron la cabeza. Era de mala educación que pasaran por delante del joven Lord. Tenían que apartarse y esperar a que él pasara junto a ellas antes de continuar.

Albrecht no era el Lord, pero tenía autoridad como primogénito del mismo. Además, su fuerza monstruosa y su personalidad arrogante hacían que muchos de los habitantes del territorio le temieran.

Albrecht volvió a sentir ira contra sí mismo al recordar sus acciones imprudentes en el pasado.

No podía entender por qué se había comportado así.

Cuando bajó de la montaña y pasó por delante de unas casas que rodeaban el pie de la montaña, oyó un grito.

“Líder, líder. Por aquí, venga”.

Un niño desaliñado que llevaba una cofia* susurró mientras asomaba la cabeza por detrás de una de las casas.

Este niño se llamaba Jurgen. Tenía alrededor de ocho o diez años, pero no estaba seguro de por qué no recordaba la edad exacta.

Tal vez había pensado que su edad no era importante.

Albrecht se acercó a Jurgen.

“Líder. ¿Se acabó el castigo? Castigo…”

Jurgen no tartamudeaba, pero tenía la mala costumbre de repetir algunas palabras.

“Bueno, tengo permiso de mi padre para salir hoy”.

“¿Sigues herido? ¿Cómo está tu cabeza? La cabeza”.

Albrecht sonrió y acarició la cabeza de Jurgen. Estaba sucio, pero era un poco lindo.

“Estoy bien, ¿pero qué pasa con los otros?”

“Eh, eh, ahora hay tres, están en el escondite. Escondite”.

“¿Hay tres personas en el escondite?”

“Mm-hmm. Hart, Miguel y Hans. Dijeron que irían al escondite primero, los otros se fueron a trabajar. A trabajar”.

Hans tenía el mismo nombre que el mayordomo. En este mundo, Hans era un nombre relativamente común.

Albrecht y Jurgen se dirigieron juntos al escondite, un lugar que había sido construido en lo profundo del bosque por los niños del territorio. Como la madera era un producto abundante en esta zona, la mayoría de la gente sabía manejarla bien, incluidos los niños.

Construyeron una pequeña cabaña, fea pero robusta, y la utilizaron como escondite.

Jurgen habló constantemente durante el trayecto.

Como si estuviera informando de todo a Albrecht, que llevaba más de diez días encerrado en el castillo, hablaba incluso de las cosas más triviales que ocurrieron.

Hablaba sobre quién se había peleado con quién, quién había ganado la pelea, quién había robado huevos a un vecino, quién se había lesionado y se había hecho daño en la nariz.

Al principio, Albrecht escuchaba con atención lo que decía, pero a medida que pasaba el tiempo, sólo lo hacía a medias.

De repente, Jurgen dejó de hablar y miró fijamente a Albrecht.

“¿Qué pasa? ¿Por qué has dejado de hablar?”

“¿N-no me vas a decir que me calle?”.

Albrecht rió. El antiguo Albrecht definitivamente le habría dicho que se callara.

“No te diré que te calles, así que puedes seguir hablando”.

Jurgen se quedó mirando a Albrecht un poco más antes de volver a hablar.

“Creo que el capitán se ha vuelto un poco extraño”.

“¿Extraño cómo?”

“Sólo, sólo… creo que ahora eres más amable”.

“¿No es eso algo bueno?”

“No lo se”.

Albrecht no entendía muy bien por qué no lo sabía.

“¿Por qué? ¿Quieres que te diga que te calles?”

“No es eso… es solo que no lo sé”.

Sin embargo, nunca dijo que no le gustara esta nueva situación. Simplemente dijo que no sabía cómo actuar con su yo más amable, y esto hizo que Albrecht se sintiera un poco extraño.

Jurgen guardó silencio durante un rato.

Luego, mientras caminaban, sin previo aviso corrió hacia delante y cogió un palo de madera antes de pinchar y golpear un montón de paja en los alrededores.

Parecía estar practicando la esgrima a su manera.

Cuando Albrecht lo adelantaba, Jurgen saltaba, lo alcanzaba y volvía a blandir el palo en algún otro lugar cercano.

De este modo, los dos continuaron su camino al bosque.


  • La cofia es una especie de gorro/sombrero/pañuelo usado tanto por hombres como mujeres, con el objetivo de recoger o cubrir el cabello. Actualmente, una variante de la cofia medieval es usada en algunos uniformes como, por ejemplo, el de las enfermeras.
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The Biography of Albrecht

The Biography of Albrecht

Chronicle of Albrecht, TBOA, 알브레히트 일대기
Puntuación 7.8
Estado: Ongoing Tipo: Autor: , Lanzado: 2019 Idioma Nativo: Korean
One day, our protagonist, Albrecht, gained the memories of a modern man.

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