TBA — Capítulo 35

Albrecht se levantó temprano a la mañana siguiente. Llevaba una túnica, unos pantalones y unas botas de aspecto caro y traía la espada que le había regalado su padre. El aire de la mañana era frío pero refrescante.

El paisaje que le rodeaba era de una belleza deslumbrante. Mientras miraba tranquilamente el lago, Randolph lo siguió, frotándose los ojos debido al sueño.

Vaya, es persistente.

Albrecht miró fijamente a Randolph. Randolph le devolvió la mirada en silencio.

Albrecht volvió a la casa para coger dos escudos y espadas. Luego visitó a su caballo para ver cómo estaba. También vio el caballo de Ludwig junto al suyo, ya que ahora tenía dos caballos de guerra. Acarició las cabezas de los caballos y les dio de comer algo de pasto.

«¿Dónde puedo bañarme?» preguntó Albrecht mientras comprobaba el estado del caballo de Ludwig.

«Puedes bañarte en el lago».

«No, todos me verán entonces».

«Entonces debemos ir al valle. Por favor, sígame».

Randolph le guió por las colinas y le mostró una pequeña cascada. Había algunas partes profundas debajo de la cascada. Albrecht se aflojó el cinturón de su espada, se desnudó y tiró su ropa. Los ojos de Randolph se abrieron de par en par al ver los músculos y las cicatrices de batalla de Albrecht. Inconscientemente, suspiró con asombró pues quería ser como él de grande.

«Vaya…»

Albrecht no dudó en bañarse en el agua fría que estaba casi helada. Se lavó la cara, el pelo y el cuerpo durante mucho tiempo. Luego salió del agua. Se puso nervioso cuando se dio cuenta de que no tenía toalla.

«Oye, no tienes una toalla contigo, ¿verdad?».

Randolph se quitó el abrigo sin dudarlo y se lo ofreció.

«Puedes usar esto».

«No, gracias», respondió Albrecht, sintiéndose algo apenado.

«No me escaparé, así que ¿podrías traerme una toalla?».

Antes de que pudiera terminar de hablar, Randolph ya estaba corriendo hacia la casa.

«¡Ya vuelvo!»

Tardaron mucho en llegar a la cascada, pero Randolph regresó realmente rápido mientras jadeaba.

Albrecht se limpió con la toalla, se vistió y luego lanzó la espada de Ludwig a Randolph.

El pomo de la espada de Michael tenía incrustaciones de rubíes finamente trabajados en forma de lirio, mientras que el pomo de hierro de la espada de Ludwig estaba tallado con un patrón de lirios.

«Elige una».

Randolph cogió una espada con manos temblorosas y la miró como si estuviera hechizado.

«¿Cómo se siente? ¿Pesada?»

Randolph la sujetó con las dos manos, la balanceó torpemente unas cuantas veces y repitió la acción utilizando una sola mano.

«Es demasiado pesada cuando uso una sola mano».

«Es una espada de una sola mano, así que sólo debes usar una mano».

Randolph asintió con una expresión de determinación en su rostro.

Al igual que le había enseñado a Diego, Albrecht hizo hincapié en practicar repetidamente y en no estancarse en una sola postura. Le enseñó varias posturas y técnicas de lucha y le explicó los conceptos que había detrás. Le enseñó a usar un escudo y nunca olvidó decirle que entrenara constantemente.

Albrecht se sentó en una roca cercana mientras observaba a Randolph, un poco sorprendido por su mejora. Sólo le había mostrado todo una vez. Aunque su postura era un poco torpe, era precisa. Comparado con Diego, que necesitaba ser corregido muchas veces, lo estaba haciendo muy bien.

El mocoso resultó tener talento.

Aún más sorprendente fue que después de unos cuantos golpes más, la torpeza de un principiante desapareció por completo y surgió una postura realmente correcta. La espada parecía haber ayudado también.

Randolph era delgado, pero tenía los hombros anchos y -como había dicho el jefe del pueblo- era más fuerte que sus compañeros. Sin embargo, sus músculos aún no estaban definidos, por lo que se cansaba con facilidad.

Albrecht se sintió abrumado y emocionado mientras observaba a Randolph entrenar. Recordó aquel refrán que decía que no había mayor alegría para un profesor que enseñar a un alumno inteligente.

«Oye, tómate un descanso».

«Estoy bien. Todavía puedo hacer un poco más».

Hoho, este pequeño bastardo también tiene pelotas.

Albrecht encontró a Randolph alguien digno de alabanza.

«Tómate un descanso. ¿Vas a desobedecer a tu maestro?»

Randolph volvió a guardar su espada en la vaina de mala gana y se sentó mientras jadeaba.

Albrecht le preguntó: «¿Cuántos años tienes?».

«Tengo quince años».

«…»

«¿Y el maestro…?»

«¡Oh! ¿¡Cómo te atreves a preguntar la edad de tu maestro!?»

Randolph se sobresaltó.

Albrecht pensó en dejar el pueblo antes de que pudieran descubrir su edad. La edad no importaba realmente, pero le ponía nervioso ocultarla. Sólo se iba a quedar aquí un tiempo, así que no creía que tuviera que decirles nada.

Albrecht dejó de lado su inquietud e hizo otra pregunta.

«¿Qué vas a hacer con la espada y las técnicas de lucha que aprendiste hoy?»

«Las usaré para proteger la aldea».

«¿Por qué, hay gente que les molesta todavía?».

«No me refería a eso. Mi abuelo me dijo que mi fortaleza se debía al destino que los dioses tenían para mi. Aunque no estaba seguro de cuál sería ese destino, dijo que sería bueno que usara mi fuerza para proteger la aldea.»

No importa lo mierda que sea este mundo, supongo que todavía hay gente que tiene sus propias creencias.

«Pero no importa lo fuerte que sea, no soy rival para los soldados que derrotaste ayer. Incluso más para los caballeros. Por eso voy a aprender a usar una espada».

En opinión de Albrecht, Randolph era un individuo digno de ser un héroe. Aunque no le enseñara, pensaba que era posible que se convirtiera en un héroe que pudiera ayudar a otras personas. O también podría morir en vano.

Tras una breve pausa, Randolph se levantó y volvió a practicar. Albrecht no tenía nada más que señalar. El chico mejoraba con cada golpe. Tenía talento.

Albrecht se pasó el tiempo imaginando que, si no tuviera sus recuerdos de la Tierra moderna, posiblemente se habría encontrado con este joven héroe un día mientras él hiciera el papel de asesino y conquistador.

El amanecer fue sustituido lentamente por el cielo azul de la mañana. Randolph finalmente dejó de practicar y regresaron a la aldea. Los aldeanos estaban distribuyendo las provisiones. No hubo ningún conflicto ya que sólo había unas pocas personas.

Los hombres inspeccionaron las montañas para ver si podían hacer un granero mientras las mujeres empezaban a coger y trasladar las provisiones. Cuando vieron a Albrecht, todos le expresaron su gratitud.

Volvió a la casa del jefe de la aldea para desayunar y dijo que quería seguir enseñando a Randolph si el chico no tenía nada más que hacer. El jefe de la aldea aceptó encantado.

Randolph ya era un superdotado, así que sólo tenía que hacer un curso intensivo que estuviera a la altura de su talento.

«Randolph. Deja de concentrarte en tu postura por ahora. Vamos a practicar de verdad».

Randolph tragó saliva y de repente se mostró nervioso. Albrecht frenó su fuerza monstruosa y se enfrentó a él con pura espada.

«Te dije que no te limites a una postura. ¿Por qué usas tu espada así?» preguntó Albrecht, golpeando a Randolph con un lado de su espada. Este tipo de entrenamiento era demasiado duro para alguien que aprendía a manejar la espada por primera vez, pero pensó que Randolph tenía el talento y la determinación para someterse a él. Si él era un genio, debía estar a la altura.

Albrecht siguió golpeando deliberadamente a Randolph con técnicas que se salían de la norma.

«Si esto fuera una batalla real, ya estarías muerto una docena de veces».

A pesar de las duras palabras de Albrecht, los ojos de Randolph parecían más decididos.

Su combate continuó y sólo se detuvo después de unas horas. Randolph se agachó dolorido, jadeando.

«No olvides que esas técnicas que te enseñé sirven para matar gente. Cuanta más gente matas, más fuerte te haces. Así fue como mejoré a lo largo de mi travesía. Sigue siempre con lo básico. Observa esto con atención».

Albrecht se acercó a los arbustos y se acercó a un árbol con un tallo delgado. Aunque era delgado, se necesitaban una docena de golpes para derribarlo con un hacha.

Albrecht sujetó su espada con ambas manos, respiró profundamente unas cuantas veces y aumentó su concentración. Luego desenvainó la espada horizontalmente con una fuerza enorme. Randolph no vio su rápida acción, sólo sintió una brisa agitar su cabello y que el árbol caía hacia un lado, así de simple. Fue un corte limpio. Randolph se quedó con la boca abierta.

«Hay que alcanzar un cierto nivel para poder blandir la espada de forma tan eficiente. Nunca es fácil cortar carne y huesos junto con la armadura. Si sólo confías en tu fuerza, romperás tu espada y no podrás causar mucho daño a tu oponente».

Randolph asintió con entusiasmo, con la boca aún abierta.

Albrecht le dejó continuar con sus ejercicios de postura después de hacerle descansar.

Randolph siguió practicando con el cuerpo dolorido, grabando en su cabeza las palabras de Albrecht. Balanceó la espada un par de veces, ladeó la cabeza y volvió a balancear el arma con una pequeña mejora en sus movimientos. Sus movimientos eran, por ejemplo, más hábiles que los realizados en la mañana. Eran rápidos, precisos y poderosos. Sin duda, era un genio. Albrecht no pudo evitar sonreír como un bastardo engreído.

El mediodía se acercaba tras el repetido descanso y práctica. Antes de volver a la casa para comer, Albrecht ajustó el cinturón de la espada alrededor de la cintura de Randolph.

«Esto es tuya ahora. Cuídala bien».

Randolph sintió una agradable pesadez alrededor de la cintura. Tenía una enorme sonrisa en la cara cuando miró a Albrecht, su cara expresaba lo extremadamente agradecido que estaba.

En la Tierra moderna, la lucha con espada era sólo un deporte, por lo que no sería bueno dar una espada de verdad a un aficionado. Sin embargo, aquí en este mundo era necesaria para sobrevivir. Albrecht se la dio, pensando que no la usaría imprudentemente y que le daría un sentido de responsabilidad.

En su camino hacia la aldea, se cruzaron con los aldeanos que trabajaban cerca de las colinas o alrededor del lago, y algunos en el campo. Se veían niños corriendo por ahí.

Todos miraron a Albrecht y a Randolph que bajaban de las colinas. Todos se sorprendieron al ver a Randolph con una espada en la cintura. Sabían que el caballero le estaba enseñando sobre el manejo de la espada, pero les resultaba extraño y desconocido verlo con una espada.

Los niños pequeños se acercaron corriendo mientras gritaban.

«¡Vaya! ¡Capitán! ¿Ahora eres un caballero?»

«¿Puedo tocar tu espada una vez?»

Randolph estuvo a punto de sonreír pero se contuvo, poniendo una expresión seria.

«No puedes. Ni siquiera por descuido».

Albrecht sonrió y se sintió nostálgico al oír que los niños llamaban a Randolph «Capitán». Recordó el aspecto desaliñado de Jurgen.

Ahora se daba cuenta de que Jurgen era valiente, lo suficientemente valiente como para hacer las cosas bien. Además de decirle a su padre la verdad sobre lo que hizo, también recordó que golpeó la mano del niño que estaba a punto de acercarle un cuchillo para herir a Eric. Fue una acción sencilla pero suficiente para indicar que tenía buenas intenciones.

Me pregunto cómo estará.

Albrecht dejó de lado sus pensamientos. Comió en la casa del jefe de la aldea y luego enseñó a Randolph a montar a caballo. Entrenaron alrededor del pueblo para que la gente pudiera observarlos.

Los caminos alrededor de la aldea eran estrechos, así que no podían correr tanto como quisieran. Albrecht le enseñó a controlar su ritmo de carrera y a detener su caballo. Sorprendentemente, Randolph también tenía talento para la equitación, incluso más que para la esgrima.

¿Qué demonios le pasa a este chico? ¡Es un monstruo!

Albrecht, que había sido llamado monstruo toda su vida, pensó que Randolph no era menos monstruo que él en cuanto a talento. Sólo había una diferencia abrumadora en su capacidad física natural.

«Oye, ¿hay algún espacio vacío por aquí?»

Randolph sólo le dirigió una mirada altanera y continuó alejándose con su caballo.

¡Este pedazo de…!

Albrecht se apresuró a seguirle. Atravesaron el valle y las colinas hasta llegar a una zona abierta.

Aunque las colinas no eran empinadas, seguía siendo una hazaña increíble que un novato montara su caballo sin miedo y sin problemas después de unas horas de práctica.

«Oye, te has ido sin decir nada».

«Lo siento. Me emocioné mucho».

Randolph tenía una expresión brillante en su rostro. Nunca se había sentido así. Nunca había pensado que este sentimiento de liberación existiera en este mundo. Sentía una indescriptible sensación de felicidad al interactuar con su caballo, una sensación que podía llevarle a donde quisiera.

Albrecht quería enseñarle sobre el combate a caballo, pero Randolph parecía estar de tan buen humor que decidió dejar que el chico montara el caballo a su antojo por hoy.

«Maestro, ¿este caballo tiene nombre?»

«¿Cómo voy a saberlo? Acabo de cogerlo después de matar a Ludwig».

«¿Entonces puedo ponerle nombre?»

Albrecht asintió.

«Blitz. Te llamaré ‘Blitz’ a partir de ahora. Encantado de conocerte, amigo».

Blitz también parecía feliz de conocer a Randolph.

El caballo de Albrecht ni siquiera tenía nombre. Aunque interactuaba con su caballo, sólo lo veía como un medio de transporte. Ya lo habría abandonado si no lo necesitara.

Al ver el modo en que Randolph trataba a su caballo, Albrecht sintió pena por él. Los dos estaban siempre juntos, compartiendo penas y alegrías mientras viajaban, y sobreviviendo incluso después de ser apuñalados por innumerables enemigos en la ciudad de Roybeck.

Albrecht se sintió mal.

«Voy a llamarte ‘Schwarz’ a partir de ahora».

Schwarz era un caballo negro, y «Schwarz» significaba negro. Schwarz resopló ante el desconsiderado nombre de Albrecht.

Desde entonces, Albrecht se pasaba los días enseñando a Randolph. La fuerza de Randolph crecía día a día, lo que hizo que Albrecht tuviera que esforzarse más para someterlo. Más tarde, le enseñó a controlar sus emociones para que nunca flaqueara frente a un enemigo a la hora de tener una situación tensa en sus manos.

A Randolph le gustaba más montar a caballo que practicar su habilidad con la espada.

Gracias a los suministros que robaron a las tropas de Ludwig, pudieron comer bien a pesar del invierno. Tenían más que suficiente para todos en la aldea. Como su aldea sólo contaba con unas pocas personas, unos pocos cangrejos, camarones y animales de las colinas evitaban que se murieran de hambre. Ahora incluso tenían ganado.

Una aldea con hermosos paisajes y un abundante suministro de alimentos. Albrecht pensó en quedarse aquí.