TBA — Capítulo 6

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Albrecht no sólo quería matar a un animal grande, sino que quería hacerlo bien. Como un adulto.

Así que un día, mientras Eric estaba en el aserradero, los niños aprovecharon y se escabulleron dentro.

«Sujétala bien. Voy a cortarle la cabeza de un solo golpe. No quitéis los ojos, quiero que observen bien».

La vaca no gritó, sino que dio un paso atrás, como si supiera que la iban a matar. Movió la cabeza de un lado a otro y lloró, por lo que Albrecht le repitió a los niños que sujetaran la vaca con fuerza, pero después sus ojos brillaron con felicidad y consideró que matarla mientras luchaba sería una buena forma de entrenar.

Dirigió su espada a la parte superior de su cabeza, concentró su fuerza en ambos brazos y la espada se deslizó más rápido que la velocidad del sonido.

Los niños no tenían ni idea de cómo había sucedido todo, aunque lo estaban observando de cerca. Vieron que Albrecht sostenía la espada sobre la cabeza de la vaca y, en un parpadeo, que ésta caía de repente. Fue un corte limpio.

Los niños que estaban más cerca cayeron de culo. El corte se hizo con tanta suavidad que ni siquiera brotó un hilillo de sangre, sino que al cabo de un rato, brotó como una fuente. La cabeza cortada incluso siguió respirando por unos instantes hasta que finalmente perdió la vida después de entrecerrar los ojos y sacar la lengua.

El enorme cuerpo de la vaca cayó a un lado. Se convulsionó por un momento y luego se detuvo.

«¡Vaya! ¡Capitán, la has matado!»

Los niños que le rodeaban no paraban de felicitar su ataque, algunos incluso trataron de imitarlo mientras sostenían palos. Albrecht entró en la cabaña improvisada de Eric llevando la cabeza cortada de la vaca. La limpió con una sábana y la cubrió con paja. Luego arrojó la cabeza sobre la cama.

Se rió mientras se preguntaba qué expresión pondría Eric cuando volviera.

Albrecht esperaba la cena en su habitación mientras miraba por la ventana la puesta de sol.

Todo el primer piso de la torre fortificada del castillo era un salón y un lugar donde su familia comía.

Cuando no estaban comiendo, la larga mesa se hacía a un lado. Su padre se sentaba en el trono del Lord y se ocupaba de las quejas y juicios de la gente del territorio. Escuchaba los consejos del obispo y del mayordomo y se ocupaba de los asuntos oficiales del territorio.

Las habitaciones de Albrecht y sus padres están en el segundo piso. Toda la tercera planta era utilizada como mirador.

Pero, honestamente, la torre encontraría su fin una vez que sus muros exteriores, que en realidad son sólo una valla de madera, sean penetrados. ¿Fortificada? Si, claro.

Albrecht estaba pensando en movilizar a sus subordinados para construir una fortaleza más grande una vez que se convierta en el señor.

En ese momento, Burkhardt entró con su caballo al castillo gritando con voz muy enfadada:

«¡Albrecht! ¡Albrecht! ¡Ven aquí ahora!»

Burkhardt parecía muy enfadado. Incluso utilizó el nombre real de Albrecht en lugar de su apodo para llamarlo.

Al instante, Albrecht tuvo un mal presentimiento.

Se descubrió que había matado una vaca, cosa extraña porque la cabaña improvisada de Eric estaba situada lejos de la montaña Hoenkaltern. No estaba en el camino que tomaba su padre en las patrullas. Solo había una forma de que se enterara: Eric le contó todo.

Albrecht bajó las escaleras. Adelheid se dirigió hacia él a medio camino y lo miró con un destello de confusión en los ojos.

«¿Qué pasa?»

Albrecht ignoró a su madre y salió al patio. Burkhardt miró ferozmente a Albrecht con sus grandes ojos de águila y le dijo: «¿Tienes idea de lo que has hecho?».

«Él estaba siendo grosero conmigo, lo hice como venganza».

«¿¡Qué!? Tú… ¡te has vuelto loco!»

Burkhardt sintió de repente como si su sangre circulara al revés por sus venas al escuchar la inesperada respuesta de Albrecht. Se bajó del caballo, se acercó a Albrecht y le dio una fuerte patada en el estómago.

Adelheid se sorprendió y gritó.

«¡Cariño!»

Burkhardt levantó a su hijo con fuerza antes de agarrarlo por el cuello, y comenzó a golpearlo con su puño enguantado en cuero con una furia jamás vista.

Albrecht estaba siendo golpeado. Era la primera vez que su padre lo hacía con tanta fuerza, pero no creía que el dolor que sentía le importara a su padre en ese momentos.

Adelheid y el obispo del territorio, Peter, se sorprendieron e intentaron interponerse para detener a Burkhardt.

«¡Atrás! Mi amor, retrocede. ¡Hoy haré de este bastardo un hombre sin falta!»

Burkhardt gritó con fuerza, con una voz similar al rugido de un león. Tanto Adelheid como Peter fueron empujados hacia atrás. Albrecht, que vio caer a su madre, se sintió desconsolado.

Albrecht nunca había visto a su padre tan enfadado como para perder la razón. Era estricto, pero siempre mantenía la calma. Sí, le hacía apoyarse en la pared y le golpeaba el muslo con un palo de madera, pero le decía lo que había hecho mal.

Burkhardt empujó a Albrecht al suelo y le desató el cinturón de la espada. Luego empezó a golpearle con fuerza con la vaina.

Un sentimiento de tristeza aún mayor surgió dentro de Albrecht.

¿Qué he hecho mal? ¿Debería golpear así a su hijo sólo por esa maldita vaca? ¿No podíamos darle otra…?

Adelheid intentó detener a Burkhardt varias veces con su cuerpo. Cada vez que era derribada, regresaba con coraje a enfrentarse a su marido, aferrándose a él. Esto hizo llorar a Albrecht.

La espada de Albrecht fue confiscada y se le informó que estaba en libertad condicional. Burkhardt le dio esta orden no como padre, sino como Lord. No se le permitiría salir de su habitación hasta que aprendiera a mejorar su conducta.

Mientras estaba en su habitación, el obispo Peter entró para curar sus heridas.

Peter era un obispo que no sólo se ocupaba de la misa, sino que también ayudaba al señor en los asuntos administrativos. Si Hans, el mayordomo, se encargaba de la gestión de los bienes que llegaban del pueblo y del almacén, Peter se encargaba de la gestión del dinero y del orden y transporte de la madera.

Peter le dijo a Albrecht mientras le aplicaba ungüento en su piel magullada: «Esta vez has ido demasiado lejos».

«¿Dice el obispo que me he equivocado?»

Respondió al obispo con una mirada de desconcierto. «Entonces, ¿no es así?»

«¿No puede mi padre compensarlo con otra vaca? Jamás vi a mi padre pegarle a alguien con tanta fuerza, pero no dudo en darme una paliza a mí, su propio hijo».

Peter quiso responderle inmediatamente, pero primero ordenó sus pensamientos y dijo: «Joven amo, esa vaca no era una vaca cualquiera. Era la posesión más preciada de Eric, era muy importante para él. El deber del Lord es proteger la vida y la propiedad de los habitantes de su territorio. Y tú, joven maestro, eres el sucesor del Lord. Esto no es simplemente un problema en el que podrías devolver la propiedad que has destruido. Se trata de un incumplimiento del deber».

Había unas pocas personas en el territorio que no temían a Albrecht por muy fuerte que fuera. Sus padres, Arnold, y Peter. Peter y su padre siempre hablaban de honor y el deber, pero esas cosas a él siempre le parecían aburridas y sosas. ¿Qué hay de malo en que una persona fuerte haga lo que quiera?.

«Ugh, otra vez con esa charla anticuada. Es tan aburrido».

«Joven Lord».

Peter sacudió la cabeza con decepción. Siguió aplicando el ungüento a las heridas sin decir una palabra más y luego se levantó.

«Solía pensar que la fuerza del joven Lord se consideraba una bendición de Dios. Ahora, creo que puede ser una maldición».

Peter siempre visitaba a Albrecht una vez al día para aplicar ungüento en sus heridas. Dos días después, los moratones y cortes de su cuerpo ya estaban casi curados, dejando sólo algunas marcas. Al ver su notable tasa de recuperación, el obispo miró su ungüento y se preguntó si siempre había sido tan eficaz.

Cinco días después, todas las cicatrices desaparecieron. No estaba gravemente herido para empezar, pero esas heridas tampoco fueron una simple lesión menor. El gran Burkhardt golpeó al chico con todas sus fuerzas. Este es un poder de recuperación ridículo.

Seis días después, el siempre enérgico Albrecht sintió más dolor cuando se le fue negada su salida del castillo. A medida que su fastidio crecía, su ira hacia Eric se hacía más grande. Otro día pasó, y su ira se convirtió en odio.

Albrecht juró salir mañana por cualquier medio y destrozar a Eric.