TBA — Capítulo 4

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En aquella época, la brisa matutina de finales de otoño solía ser refrescante. Los nativos del territorio en general empezaban los preparativos para el invierno; las mujeres tejían ropas especialmente para esa estación mientras cuidaban de los cerdos, las gallinas, el ganado y otros animales. Los hombres se ponían a trabajar en el aserradero y recogían leña, pues nunca estaba de más.

Una vez terminada la tala, empezaban a cortar y apilar los troncos utilizables para enviarla al río. Desde allí, la madera era transportada al pueblo más cercano a través del puerto.

Su padre se aseguraba —entre otras cosas— de patrullar el camino a lo largo del río porque la madera era un recurso importante para financiar el territorio.

Mientras pensaba en todo ello, Albrecht se encontró con un grupo de cinco adultos a un lado del camino.

Llevaban hachas al hombro y parecían dirigirse al aserradero, tenían hombros anchos y músculos bien tonificados; su físico parecía muy robusto. Cuando se acercaron a Albrecht, inclinaron la cabeza para saludarlo. Albrecht hizo lo mismo y los saludó.

Pero uno de ellos lo miró y habló, inseguro.

«Bueno… Joven Lord».

«¿Si?».

«Bueno, verá… El asunto de Eric…».

«¿Eric? ¿Quién es?».

Albrecht realmente no sabía quién era; sin embargo, el hombre parecía haberse tomado su respuesta de otra manera. Contestó sorprendido, pareciendo muy asustado.

«N-nadie, Joven Lord. Por favor, siga adelante».

Se apartó de su camino y comenzó a caminar junto a su grupo, de vuelta al bosque.

¿Eric? Se preguntó dónde había oído ese nombre antes, pero no podía recordarlo. Frente a él, Jurgen esperaba distraídamente con los ojos bien abiertos.

«Capitán… Uhh, bueno, ¿los adultos le preguntaron por Eric?».

«Sí. ¿Sabes quién es?».

«Uh… ¿Capitán?».

«¿Qué?».

«Bueno, ¿no dijo antes que querías vengarte?»

De repente recordó todo cuando escuchó la palabra «venganza». Le puso la piel de gallina por todo el cuerpo.

Eric era el dueño de la vaca que mató.

Recibió una espada de su padre el día de su ceremonia de mayoría de edad, hecho que le dio la sensación de ser un verdadero caballero. Albrecht, que para entonces todavía era un niño de corazón, estaba tan feliz como un ave en su primer vuelo.

Era una espada bastarda que podía sostenerse bien con una mano o con las dos. Su hoja se asemejaba a una clásica espada larga. Sin embargo, tenía un diseño maravilloso. Su pomo era redondo y tenía una cruz grabada en el centro. La espada medía 119 cm de longitud en total, y su hoja, 90 cm.

La hoja lisa y sin defectos de la espada fascinaba a Albrecht.

Su padre le recalcó repetidamente que no debía usarse de forma imprudente, pero sus palabras parecían haber caído en saco roto. Cuando su padre salió, Albrecht la sacó inmediatamente y la blandió dentro del castillo.

Una extraña sensación le llegó después de un par de golpes.

Cuando sujetaba la espada con las dos manos y la blandía con toda la fuerza posible, oía un agudo sonido al cortar el aire. La hoja de la espada vibraba ligeramente, como si tratara de pedirle que la manejara con suavidad. Esto hizo sonreír a Albrecht.

Inmediatamente salió corriendo del castillo y bajó directo a la montaña. Reunió a todos los niños y mostró su espada. Todos le miraron con envidia. Era una espada de verdad, una que nunca habían soñado tener.

Sacó la espada y permitió a los demás niños mirarla y tocarla, y estos se pelearon para tomar turnos. Cuando los niños mayores se reunieron en torno a la espada, Jurgen trató de forzar su camino entre ellos y habló.

«Yo también, yo también».

«Oye. Deja que Jurgen la toque también».

Cuando las palabras de Albrecht cayeron, el niño que sostenía la espada se la entregó inmediatamente a Jurgen.

Jurgen se tambaleó cuando levantó la espada y los niños retrocedieron asustados. Aun así, rápidamente encontró el equilibrio mientras blandía la espada con torpeza, pero los niños retrocedieron aún más, solo por si acaso.

«Oye, te vas a hacer daño sujetando la espada así. Dámela».

Jurgen no estaba dispuesto a devolverla, pero aun así lo hizo de mala gana.

«Hey, yo también quiero ser un caballero. Un caballero».

Los niños rieron a carcajadas ante sus palabras.

«Hey, si te conviertes en un caballero, entonces yo seré un rey. Jajaja».

«Ciertamente ya hablas como un caballero, pero ¿sabes cómo cortar leña siquiera?»

«Intenta ganar peso primero, idiota».

Los niños se burlaron de Jurgen, lo cual le hizo sentirse abatido. Pensó en algo y le preguntó a Albrecht.

«Capitán, capitán. ¿Matarás cuando te conviertas en caballero?»

Albrecht no pudo dar una respuesta inmediata. Pensó que era bueno aprender artes marciales, y ser bueno en ello. También le gustaba demostrar su fuerza. Quería ser un caballero lo antes posible, pero nunca había pensado en matar a alguien.

«Tendrás que matar una vez que luches».