TBA — Capítulo 27

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Albrecht estaba de pie, observando la lápida de Elisa mientras pensaba en los recuerdos que tenía de ella. Su aliento, su tacto y su personalidad vibrante y amable. No dejaba de repetirse las últimas palabras de Elisa.

‘Albrecht, te amo’.

Aunque la situación de entonces no le permitió responderle, seguía lamentando no poder decirle que él también la amaba. Quería poner una corona de flores en la lápida, pero el invierno hacía difícil encontrar flores decentes.

«Oye, ya me tengo que ir. Adiós».

Después de despedirse de la lápida de Elisa, regresó a la mansión de Georg.

Allí Albrecht, vestido con su armadura, subió a la montura del caballo todos los objetos que había preparado para su viaje. Luego de regresar a la mansión el día que acabó con la vida de Rutger, Georg le ayudó a buscar un herrero para reparar su equipo.

El herrero le dijo que no podía reparar el Hacha del Trueno de Siegfried debido a que no sabía de qué estaba hecha. Sin embargo, aunque tenía arañazos por todas partes, la hoja seguía estando afilada. De hecho, parecía estar como nueva.

Albrecht encontró este descubrimiento misterioso, ya que había estado utilizando el hacha para cortar carne humana, huesos y armaduras… y aun así seguía afilada.

Según el herrero, podría ser obra de un enano. Albrecht había oído muchas veces en este mundo la frase «pareces un elfo o un dragón», pero nunca había oído a nadie mencionar nada sobre los enanos.

Albrecht montó en su caballo y observó sus alrededores. Había mucha gente a su alrededor, queriendo despedirlo. Diego trató de convencerlo varias veces de que se fuera en la próxima primavera para poder viajar en barco, pero él quería irse cuanto antes.

La ciudad de Roybeck, de alguna manera, hacía que Albrecht se sintiera incómodo. Aunque albergaba sentimientos por Elisa, su afecto por ella le hizo perder el rumbo y olvidar a sus amigos. Al final, Elisa murió trágicamente. Estar en esta ciudad le recordaba constantemente que podía ser un tonto sin remedio.

«Algún día… Algún día nos volveremos a ver, ¿verdad? Puedes venir a Lucrezia cuando quieras. Si no me encuentras allí, probablemente estaré en Vivar. Siempre puedes contar conmigo si necesitas ayuda. Correré hacia ti aunque esté en la otra punta del mundo», dijo Diego con una sonrisa forzada, sintiendo la pena de despedirse.

«Sin embargo, probablemente estaré en Kaltern para entonces… Bueno, en realidad no estoy muy seguro de dónde estaré en el futuro, jaja. Te visitaré si no tengo nada que hacer».

Albrecht se inclinó mientras estaba en su caballo para abrazar a Diego. Elena, Martina y Anna también se acercaron a darle un abrazo. Las cuatro, junto con Georg y los trabajadores de la mansión, habían salido a despedir a Albrecht.

Ya era diciembre.

El mundo estaba cubierto de nieve desde hacía mucho tiempo.

La zona que atravesó después no era tan fría como había pensado, incluso en pleno invierno. Probablemente por su proximidad a la costa oriental, tenía un clima más templado.

Kaltern era más fría durante el verano y más cálida durante el invierno en comparación con el clima de Corea. También eran más frecuentes las lluvias incesantes durante todo el año que las torrenciales.*

Aunque los inviernos de esta zona eran más cálidos que los de Corea, no era lo suficientemente cálido para acampar al aire libre. Sin tomar las medidas adecuadas contra el frío, sería fácil morir congelado por la noche.

Por muy fuerte que fuera Albrecht, incluso él era vulnerable al frío.

Así que cuando se despertó por la mañana, su cuerpo se sentía pesado y rígido. Pero pronto, tras algunas rutinas de estiramiento su cuerpo se recuperó rápidamente.

No hay que subestimar el cansancio del viaje, pues el viaje en sí mismo era un trabajo pesado; dormir en el exterior solía ser desagradable y comer resultaba una tarea estresante cuando estabas atento a los peligros a tu alrededor. También era imposible tener la oportunidad de bañarse…

Dado que Roybeck se encontraba cerca de la frontera entre el Continente Norte y la Región Central, Albrecht decidió dirigirse al suroeste. Habían pasado tres días desde que dejó la ciudad. No tardó en caer la noche, así que buscó un lugar donde dormir.

‘Si pudiera encontrar una gran roca…’.

Una cosa que descubrió Albrecht en su viaje fue que dormir cerca de una gran roca era el lugar perfecto para alguien que duerme al aire libre. Dormir con la espalda apoyada en la roca al menos cubría su espalda del frío. Era aún mejor si había un río al lado.

Pero no había ninguna roca grande a la vista, por lo que Albrecht no tuvo más remedio que descansar en un lugar aleatorio. Ató las riendas de su caballo a un árbol cercano.

‘Has estado trabajando mucho. Lo siento’.

Albrecht dio unas cuantas palmaditas a su caballo antes de empezar a recoger ramas de distintos tamaños. Utilizó los restos de los árboles recogidos para hacer un fuego con un pedernal.

Sentado con la espalda apoyada en el árbol, se puso la capa con capucha. Miró el fuego, rememorando sus recuerdos anteriores. Luego cerró los ojos, esperando quedarse dormido.

Pero entonces, minutos después, en la distancia se oyó el sonido de alguien que se acercaba. Albrecht no se levantó; sólo abrió los ojos para ver quien era. Pronto apareció un caballero completamente armado, con armadura de cadenas y sobrevesta, sujetando un escudo de gran tamaño.

Era un hombre de mediana edad con el pelo castaño rojizo y una espesa barba. Sus ojos eran tranquilos, y no había indicios de sorpresa o temor en él.

«¿Eres el Rey Caballero?»

«¿Y qué si lo soy?»

«Es un bonito título. ‘Rey Caballero’…».

Albrecht lo observó atentamente mientras preguntaba: «¿Tienes algún asunto conmigo?»

«He venido a matarte».

«¿Solo tú?»

«Sí.»

‘Pensé que me conocía, pero resultó ser un estupido… ¿O tal vez es un caballero contratado que vino de lejos? En fin, ¿qué importa?’

«¿Te envió Gachelin?»

«Sí».

«Hoh, ¿está bien revelar a tu empleador así?»

«El trabajo de un asesino es proteger la identidad de su empleador, pero yo soy un caballero. Si fuera un asesino, habría esperado a que durmieras antes de atacarte».

Albrecht pensó que tenía sentido. Se levantó, tomando su escudo y su hacha al hacerlo. Luego dijo: «No hay necesidad de presentaciones entonces».

El caballero sacó su espada y se cubrió con su escudo.

Cuando Albrecht vio su postura, tuvo el presentimiento de que el hombre tenía experiencia en combates de este estilo. A diferencia de cuando empezó el viaje, había pasado sobre los cadáveres de una gran cantidad de mercenarios y asesinos, por lo que podía evaluar con seguridad a su oponente aún cuando este solo había revelado su postura de ataque.

Sin embargo, Albrecht se puso ligeramente nervioso, ya que había enfrentado pocos caballeros en comparación. Cuando el caballero se acercó lo suficiente, empujó su espada hacia delante desde abajo. Entonces saltó hacia adelante y su espada cambió de dirección. Se deslizó por la parte superior de su escudo como una serpiente, dirigiéndose a la cara de Albrecht.

Albrecht levantó su escudo, bloqueando a duras penas el ataque de su oponente. El muchacho bajó la cabeza y apartó la espada del caballero con un empuje de su escudo. Al mismo tiempo, levantó su hacha y la blandió con firmeza.

Normalmente, cada vez que sus ataques eran bloqueados por un escudo, el escudo de su oponente se rompía junto al brazo de su enemigo. Si tenía suerte, era capaz de cortar el brazo de su enemigo de un solo tajo.

No obstante, cuando su hacha bajó no sintió nada. Ni siquiera un mínimo de resistencia. En su lugar, se limitó a golpear el espacio frente al caballero.

‘¿¡Qué carajos fue eso!?’

Albrecht había escuchado sobre el arte “escudo sombra”, pero nunca había imaginado una ejecución tan perfecta.

El otro caballero estaba tan sorprendido como Albrecht. Su ejecución fue obviamente impecable, pero claramente su brazo estaba entumecido. Normalmente, si el adversario tiene una brecha en su defensa tras ser víctima de su técnica, atacaba de inmediato. Pero esta vez, no pudo.

Los dos caballeros se quedaron frente a frente mientras analizaban sus opciones. Albrecht tiró su escudo al suelo y sujetó su hacha con ambas manos, en una postura que dejaba en claro cuán fuerte sería su ataque. Había tirado su escudo sin dudarlo porque pensaba que no tendría ninguna posibilidad de ganar si seguía luchando de esa manera.

Confiaba en que un arma blandida con ambas manos era más rápida y fuerte que un escudo y una espada, en especial si tomaba en cuenta su fuerza y velocidad inhumana.

Pero ¿estaba en lo correcto? ¿O simplemente había llegado a esa conclusión después de toda la experiencia que tenía en este mundo? Era evidente que estaba en peligro. Albrecht había pensado durante mucho tiempo que, por ser demasiado fuerte, era imposible que muriera, más aún en una situación de uno contra uno.

Sin embargo, la situación en la que se encontraba era diferente. Esta era una batalla donde tenía que apostar todo lo que tenía si quería sobrevivir. Su corazón latía con entusiasmo ante la idea de un oponente digno.

‘Con o sin esa técnica de escudo, te derribaré’.

Albrecht bajó su postura y se acercó lentamente primero. En cuanto levantó su hacha, el otro caballero se abalanzó sobre él con una velocidad a la par de su ataque. Albrecht blandía su hacha con ambas manos en un solo golpe mortal, así que no esperó que su enemigo actuara de esa forma. Su oponente no dejó caer su escudo en ningún momento, dispuesto a renunciar a uno de sus brazos para acercarse a él. El caballero lanzó inmediatamente su espada hacia la cabeza de Albrecht.

El hacha de Albrecht tocó el escudo, destruyendolo, pero la espada del caballero estaba a centímetros de su rostro. En ese momento, Albrecht se inclinó hacia atrás, tratando de evitar la espada. La fuerza del ataque de Albrecht rompió el brazo de su oponente y lo impulsó hacia atrás un poco. Pero Albrecht perdió el equilibrio, lo que debilitó su capacidad de reacción, así que la espada del caballero rozó la mandíbula Albrecht, pasó por encima de sus labios y casi logra cortar sus ojos.

En un parpadeo, la batalla estaba cerca de su fin.

Cuando Albrecht estaba preparándose para otro ataque, el caballero cayó de rodillas debido al impacto, cuya fuerza viajó hasta sus brazos y costillas. Se obligó a ponerse en pie correctamente, pero fue incapaz de moverse.

Albrecht apareció rápidamente a su lado y pateó la espada del caballero, con la fuerza suficiente para romper varios dedos de la mano del hombre, dejando caer la espada. El caballero miró a Albrecht.

Con la sangre chorreando por su cara, Albrecht le dijo: «Ha sido un gran duelo».

El caballero sonrió. Albrecht clavó su arma en el cráneo del hombre.

Albrecht se estremeció al mirar el resultado de sus acciones. El hombre debía haber practicado artes marciales toda su vida y claramente tenía experiencia en el combate. Arriesgó su vida sin dudarlo para tener una oportunidad de ganar. Pero también obligó a que Albrecht hiciera lo mismo.

Ambos caballeros se enzarzaron en la batalla, sabiendo muy bien que tenían que luchar por sus vidas. Y Albrecht ganó. No sabía cómo describir y con qué comparar la sensación que sentía. Era simplemente emocionante.

*Lluvias torrenciales = + cantidad de agua. Lluvias incesantes =+ tiempo de duración.