TBA — Capítulo 11

0

Se sabía que este mundo estaba dividido en el Continente Occidental y el Oriental. Nadie sabía qué había más allá de eso. También había una enorme selva en el centro del continente occidental, la cual se sabía que albergaba hordas de goblins.

Se decía que era imposible atravesar esta enorme jungla por tierra debido a su clima cálido y húmedo, así como a la amenaza de los goblins de alto nivel. Así, con esta Gran Jungla como límite, el Continente Occidental se dividió en el Continente Norte y el Continente Sur.

El continente al que pertenecía Albrecht era el Norte. Debido a que el negocio comercial entre el Continente Oriental y el Continente del Sur se realizaba de forma indirecta, no había mucha información en el Sur, excepto que también estaba habitado por humanos. Sin embargo, era bien sabido que la seda producida en el Continente del Sur era más cara que el oro.

Aunque había unas pocas personas —tan raras que incluso se consideraban leyendas— que habían conseguido hacer negocios directos en el Continente del Sur, se seguía considerando suicida viajar allí en barco con la tecnología de esta época. Los continentes se denominaban «Sur», «Oeste» y «Norte» dentro del Continente Norte.

El Territorio de Kaltern estaba en el noreste, mientras que el Reino de Anglia estaba situado en un valle rodeado por una enorme cordillera en el oeste. Ciertamente, estaba un poco lejos. Sin embargo, como no había un mapa satelital en este mundo, era imposible saber a qué distancia estaba.

Había un lugar llamado Tierra de Dragones situado en un océano al noroeste del Reino de Anglia. Era un territorio inexplorado; no se sabía si era una isla o un continente.

La familia real del Reino de Anglia afirmaba ser descendientes de dragones. Su reino era conocido por su pericia en el tiro con arco y por producir gemas de gran calidad.

La tragedia de estos mercaderes comenzó aquí.

«Nuestro negocio está dirigido por una familia de mercaderes llamada Silvio. Su sede se encuentra en la ciudad costera del sur, Lucrezia. Esta ciudad tiene un negocio comercial muy activo con el Continente Oriental debido a que es la ciudad costera más cercana. Es conocida por ser la ciudad más grande del Continente Occidental. Sin embargo, como en las ciudades, las conspiraciones entre grupos de mercaderes corren como la pólvora, llegando incluso a realizar asesinatos».

Elena se sentó con las rodillas envueltas en sus brazos, todavía incapaz de mirar directamente a Albrecht. Se quedó mirando al suelo mientras recordaba.

«Un día, el jefe de nuestra familia fue asesinado. El sucesor, Vincenzo, tomó el liderato de la familia. Sin embargo, como la familia tenía tantos rivales, no se pudo lograr la venganza. La reputación de un noble que no puede llevar a cabo su venganza está destinada a declinar. Todos pensaron que la Familia Silvio perecería, y así, muchos trabajadores se marcharon. Para echar más leña al fuego, las familias rivales conspiraron para prohibir la salida de nuestros barcos. Con la familia muriendo lentamente, el Señor Vincenzo decidió importar gemas del Reino de Anglia como último recurso. Intentaba obtener una inversión y asegurar los canales de importación para luego comenzar un nuevo negocio si tenía éxito. Era ridículo».

Incluso Albrecht pensaba que era ridículo. Él quería asegurar un canal de importación a través del Norte. Aparte de los bandidos, sólo hay unos pocos individuos que podrían pasar. Incluso si algunos señores feudales no les robaban, todavía había que pagar los peajes. Vincenzo debía estar sumido en tal sensación de crisis que no podía ni siquiera hacer un juicio normal.

Vincenzo agotó toda la fortuna de su familia y recurrió a la venta ambulante. Empleó a los trabajadores que le quedaban, luego contrató a diez personas para ayudar en el viaje y a otras diez como mercenarios.

Un negocio de venta ambulante hecho con treinta personas se consideraba a gran escala en este mundo. Vivir normalmente mientras se cruza el continente no era tarea fácil. Tardarían tres años en llegar a las montañas Espinazo del Dragón que rodeaban el Reino de Anglia, mientras repelían a los bandidos, pagan peajes en cada territorio por el que pasan y se abastecen de las ciudades y pueblos.

Unas montañas infinitamente escarpadas y traicioneras rodeaban ese reino, y las rutas para entrar en su interior eran muy limitadas. Aunque el Reino de Anglia estaba restringido a los forasteros, los orientales mostraban curiosidad hacia él. Era un lugar totalmente diferente una vez que se atravesaban sus cinco famosas puertas y se llegaba al valle estructural de Anglia.

El viento de las montañas y el océano que las separa del oeste ayudan a mantener un clima refrescante incluso en pleno verano. Los residentes eran todos puros y amables; sus calles estaban limpias y el paisaje circundante era un buen espectáculo para la vista.

De camino al encuentro con el rey, Vincenzo se encontró inesperadamente con la joven reina, la cual no parecía tener más de diez años.

Su pelo, que parecía recubierto de plata derretida; sus ojos plateados, tan brillantes como la noche estrellada; su piel, blanca como la leche y sus mejillas, que aún no se habían despojado de la grasa de bebé… todo ello resumía su inigualable belleza.

Sin duda, cuando creciera sería una belleza sin parangón en todos los continentes.

Esta deslumbrante joven reina contaba con la ayuda de diez caballeros y criados, todos ellos rectos y leales. La joven reina no se comportaba como corresponde a su edad, siendo una niña muy digna y compasiva. Pero antes había sido vivaz y alegre, que jugaba con el viejo Caballero Comandante cuando no estaba trabajando.

Las piedras preciosas, que eran tan sobresalientes que no se podían ver en otras partes del mundo, se vendían a un precio cinco veces inferior al de las piedras preciosas de menor calidad en Lucrezia.

El problema fue la codicia de Vincenzo. Lo invirtió todo en la compra de piedras preciosas, dejando sólo una pequeña cantidad de gastos para su regreso.

Después de permanecer diez días, partieron una vez más hacia Lucrezia desde el Reino de Anglia. Cuando dejaron Lucrezia, todos estaban preocupados y ansiosos. Por el contrario, cuando dejaron el Reino de Anglia, sus corazones se aferraron a la esperanza de hacerse ricos.

«Todo estuvo bien durante el primer año de nuestro camino de vuelta a casa. Pero esos estúpidos mercenarios siempre hablaban de historias exageradas sobre Anglia, convirtiéndola en una especie de cuento. Al cabo de un año, la calidad de nuestra comida fue empeorando y luego se redujo. Todo el mundo empezó a sentir aprensión. Al cabo de dos años, el suministro de alimentos finalmente se agotó. Entonces un señor feudal con soldados nos atacó. Murió mucha gente. Apenas nos defendimos y no sabíamos cuándo nos atacarían de nuevo, por lo que con nuestras provisiones agotadas y nosotros huyendo, los mercenarios nos traicionaron. Planeaban matar al Señor Vincenzo para repartir entre ellos todo el tesoro. Pero después de matarlo, lucharon entre ellos y finalmente, uno de los grupos nos trajo aquí».

Albrecht, que estaba escuchando la historia, le preguntó.

«¿Por qué no vendieron las gemas para abastecerse?».

Elena, cuya mirada había estado fija en el suelo, se volvió hacia Albrecht con una sonrisa miserable.

«Todos estaban cegados por el tesoro. No podíamos venderlo. Para conseguir el precio que merece, era necesario ir a una gran ciudad».

Albrecht volvió a preguntar.

«¿Por qué seguiste a ese mercenario?»

«Porque tenía el tesoro».

Los señores feudales que tenían los ojos puestos en el tesoro los buscaban. Los mercenarios que huyeron de la pelea anterior podrían estar buscándolos también. Estaban en una situación de desamparo. Hacían todo tipo de cosas para mantenerse, incluso atacar a la gente que pasaba por allí y robarles, porque no podían salir de la zona como los demás bandidos. Cómo vivían aislados, poco a poco empezaron a vivir como animales salvajes. Los mercenarios empezaron a tener complejo de persecución y comenzaron a ejercer una fuerte dominación sobre ellos. Las mujeres se convirtieron en sus juguetes sexuales.

Así vivieron durante seis meses.

Entonces, llegó Albrecht.

«No fueron capturadas, entonces. Y la razón por la que temblaban y actuaban con miedo era porque pensaron que estaba aquí buscando el tesoro».

Las mujeres no respondieron.

Albrecht miró tranquilamente la chimenea mientras reflexionaba. Al cabo de un rato, como si por fin hubiera tomado una decisión, habló.

«Salgamos de aquí mañana a primera hora».