TBA — Capítulo 1

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Albrecht bajó al salón para desayunar.

Sin un motivo especial, el desayuno y la cena eran comidas a las que debían asistir su madre, su padre y él.

Mientras miraba la comida que estaba dispuesta en la larga mesa en la que se sentaba, Albrecht se preguntó si así era la comida de la aristocracia medieval. Cada persona tenía un plato de sopa, una barra de pan y dos huevos cocidos.

Por supuesto, la ración era suficiente para llenar su estomago, pero no pudo evitar sentir que era poco para ser comida de un noble.

Mientras pensaba esto, bajaron su madre y su padre.

Su padre era Burkhardt von Hoenkaltern, señor del Territorio Kaltern. Su madre se llamaba Adelhyde, y era familia directa del jefe de los nativos que vivían en Kaltern antes de que su familia se instalara allí.

Burkhardt tenía la cabeza llena de pelo rubio, y su bigote y barba eran tan espesos que le cubrían los labios. Sus hombros anchos y físico robusto parecían desprender confianza ante cualquier peligro.

Adelhyde también era rubia, y su rostro estaba llegando al ocaso de su juventud. Sin embargo, sus grandes e inocentes ojos azules eran como gemas, recordandole a Albrecht que era hijo de su madre.

Albrecht se levantó de su silla y los saludó.

«Buenos días. Padre, madre».

Tanto Burkhardt como Adelhyde parecieron sorprendidos por esto, y Burkhardt se detuvo un momento antes de responder.

«U-uh… Sí. Toma asiento, Albert».

Albert era el apodo de Albrecht.

Burkhardt se sentó en la cabecera de la mesa, y sólo cuando Adelhyde se sentó frente a Albrecht volvió a tomar asiento.

Albrecht volvió a sentirse como un extraño.

Sin duda era un extraño, pero cuando vio a Burkhardt, instintivamente sintió miedo y respeto, y tuvo la fuerte sensación de que se trataba de alguien en quien podía confiar. Se podría decir que esos sentimientos con respecto a su padre estaban arraigados en el fondo de su corazón.

Adelhyde, por otro lado, era alguien que perdonaría a Albrecht sin importar lo que hiciera, razón por la cual se sentía como alguien que podía hacer lo que quisiera.

Pero más que nada, sentía su amor. Sólo pensar que tenía una madre así le hacía sentir pena y agradecimiento.

Entonces recordó a su madre de la Tierra, y en su interior surgieron sentimientos de calidez y depresión al mismo tiempo.

De pronto, se sintió triste.

Cuando Albrecht puso una expresión sombría, Adelhyde, que estaba sentada frente a él, le cogió la mano y le preguntó con expresión preocupada.

«¿Todavía te sientes mal?»

Albrecht sonrió.

«Estoy bien, madre. De verdad. No tienes que preocuparte».

Pero esto provocó que Burkhardt y Adelhyde se mostraran aún más preocupados.

Albrecht, que intentaba fingir que estaba bien, arrancó un trozo de pan, lo mojó en su sopa y empezó a comer primero.

Burkhardt y Adelhyde también comenzaron a comer con expresiones de preocupación en sus rostros.

Los padres de Albrecht estaban muy preocupados porque Albrecht nunca había sido un niño que supiera usar palabras amables.

Era un niño entre alborotador y rufián. Con su fuerza innata, que no se correspondía con su cuerpo infantil, se convirtió en el líder de los niños pequeños del territorio y provocaba accidentes molestos todos los días.

La mayoría de estos accidentes eran simplemente actos de travesura, pero recientemente, causó un accidente mayor cuando mató a la vaca de alguien mientras practicaba la esgrima.

Esto hizo que Burkhardt se enfureciera tanto que le quitó la espada que le había regalado y le prohibió salir del castillo.

Albrecht lo soportó durante una semana, pero una semana después se produjo otro accidente. Al décimo día de la prohibición, Albrecht se cayó y se lesionó la cabeza mientras trepaba por la verja para salir a escondidas.

No se despertó durante tres días, pero el problema fue después de recuperar la consciencia.

Al momento de abrir sus ojos, era definitivamente el «él» que vivía en la Tierra. Pero cuando vio a Adelhyde, los recuerdos de Albrecht entraron en su cabeza como un marejada de sensaciones, sentimientos y experiencias y el «él» de la Tierra se sintió distante. Aturdido.

Esta repentina confusión sacudió su mente y le hizo sentir náuseas, y tardó dos días en ordenar sus caóticos pensamientos.

Pensó que se volvería loco.

Durante esos dos días, no estuvo en una situación en la que pudiera hablar aunque alguien le hablara. Así que sus padres se sintieron muy tristes porque pensaron que Albrechth se había quedado mudo. Pero cuando volvió a hablar después de organizar sus pensamientos hasta cierto punto, se sintieron aliviados y dieron gracias a Dios.

Cuando la comida estaba casi terminada, Albrecht abrió la boca.

«Padre, hoy me gustaría salir fuera».

«Querido, ¿por qué no descansas un poco más?»

Adelhyde habló con ansiedad.

Burkhardt pareció pensar un momento mientras miraba a Albrecht con una expresión preocupada, indecisa y ligeramente sospechosa.

«Bien. Pero no puedes causar más accidentes. Mientras prometas esto, puedes irte».

«Lo prometo, padre».

«Todavía no eres un Caballero, pero como mi hijo, debes tener el porte de uno. ¿Entiendes el significado de la promesa de un Caballero?»

«Sí, padre».

Cuando recibió el permiso de su padre, una alegría infantil surgió en el corazón de Albrecht. Tales sentimientos podrían haberle llevado a hacer cosas malas en el pasado, pero el «él» que solía ser un oficinista apartó esos pensamientos estúpidos e imprudentes.

De hecho, Albrecht sentía que era un poco ambiguo llamarse a sí mismo niño. Aunque este año celebraría su ceremonia de mayoría de edad en su 15º cumpleaños, aún faltaban siete meses para ello, por lo que todavía se le consideraba un joven.

Sin embargo, su cuerpo ya se acercaba al de un adulto. Con su estatura y complexión, si no fuera por su rostro infantil, nadie se atrevería a llamarle niño.

Aunque fuera porque se parecía a su corpulento padre, crecía demasiado deprisa, lo que provocaba el problema de su fuerza natural. Desde que era joven, siempre sorprendía a la gente con la cantidad de fuerza que podía demostrar su cuerpo infantil, pero a medida que crecía, empezó a mostrar poco a poco una fuerza más allá de los estándares humanos.

La gente que le rodeaba siempre se quedaba atónita después de verle levantar troncos que necesitan varios hombres para ser levantados y desplazados, o aplastar rocas con sólo la fuerza de su agarre.

Pero lo preocupante era que esa fuerza seguía creciendo día a día. Un hecho que hizo que Burkhardt mirara a Albrecht con una expresión que era una mezcla de satisfacción y preocupación.

Cuando cosas que sólo se verían como una travesura normal son hechas por niños normales, la gente normalmente aseguraba que los niños llegarán vivos al final del día, pero si se unía una fuerza sobrehumana a la ecuación, la gente iba más allá de la preocupación y sentía miedo.

Burkhardt también estaba preocupado por esto, por eso regañó a Albrecht tan severamente cuando mató a la vaca.