EAA — Capítulo 99

0

Capítulo 99: ¿Qué tiene de increíble ese tonto? (1)


«Todos, dado que la competencia ha llegado a su fin, la ceremonia de entrega de premios tendrá lugar en tres días». El Anciano Flama sonrió mientras se puso de pie. Cualquiera podía decir que hoy estaba de un humor excepcional por la sonrisa que llenaba su rostro.

Después de mirar a Mu Ru Yue, se retiró del lugar muy feliz.

‘Mhmm! Descubrí una buena semilla. Debo regresar para informar de esto al presidente y reclutarla para la Asamblea de Píldoras.

La noche fue tranquila.

En una posada no muy lejos del lugar, Mu Ru Yue parecía dormir profundamente, con el brillante resplandor de la luna que atravesó la ventana para resaltar su hermoso rostro.

No obstante, un aura extraña entró a la habitación y las cejas de Mu Ru Yue se contrajeron, pero no abrió los ojos para averiguar lo que el intruso quería hacer.

Sintió una sensación de calor en la nariz, como si el aliento de alguien le soplara en la cara.

Mu Ru Yue no podía soportarlo más, así que abruptamente abrió los ojos, y en ese instante, una cara entró en su mirada.

Era un hombre vestido de rojo, igual que un inigualable encantador, con sus seductores labios rojos levemente inclinados para formar un arco perfecto. Sus ropas estaban abiertas en su pecho, revelando músculos que emitían un resplandor indistinto bajo la luz de la luna.

Actualmente, el hombre tenía ambas manos en la cama mientras miraba a Mu Ru Yue con los ojos llenos de una especie de orgullo. La distancia entre ellos era tan pequeña que Mu Ru Yue tuvo que agudizar su mirada.

«¡Largate!»

Después de un grito lleno de ira…

¡Peng!

Mu Ru Yue pateó una cierta parte del cuerpo del hombre, y justo después de eso un chillido rompió la tranquilidad de esa noche.

«¡Ah!»

Feng Jing Tian quería extender su mano para cubrir el área donde Mu Ru Yue había pateado, pero pensó que la acción era muy poco elegante. Por lo tanto, solo podía tambalearse a una esquina antes de dirigir una mirada feroz a Mu Ru Yue, esta vez con sus ojos llenos de ira.

«Mujer sinvergüenza, ¿estás tratando de destruir mi legado? Si realmente pierdo eso, ¡entonces haré que no puedas continuar tu legado también!» Feng Jing Tian apretó los dientes con enojo, pero no pudo hacerle nada a esta chica.

Inicialmente quiso robarle un beso bajo la noche, pero ¿quién sabía que, además de fallar, pondría en grave riesgo su legado?.

Los cielos sabían que, aunque Feng Jing Tian merodea entre racimos de flores, desprecia a aquellas chicas que son demasiado vulgares; ni siquiera ha tocado a una mujer. A lo sumo, él solo tomaría un poco de té mientras molesta un poco a todas esas chicas antes de irse. Por lo tanto, hasta ahora, él todavía era virgen.

Si esa parte de él realmente funcionara mal, ¿no sería entonces incapaz de probar esa experiencia llena de éxtasis antes de convertirse en una pila de huesos blancos?.

«Feng Jing Tian». Mu Ru Yue entrecerró sus ojos, los cuales destellaron con una fría luz antes de preguntar con frialdad, «¿Qué estás haciendo aquí?»

«¿Que qué quiero hacer? ¿Dime qué pueden hacer un hombre y una mujer solos en la noche? Debo decir que eres realmente despiadada. Si realmente me hiciste incapaz de tener relaciones sexuales después de esta noche, ¿me pagarás con un hijo?”

Mu Ru Yue echó un vistazo a la parte inferior de Feng Jing Tian, y con una ceja ligeramente levantada, continuó, «si realmente te preocupa no tener un hijo para continuar con tu legado, entonces en el futuro mi hijo se ocupará de tus asuntos.»

«Tu…» Feng Jing Tian realmente quería golpear sin piedad el trasero de esta mujer. Inhaló profundo antes de continuar, con los dientes apretados, «Mujer, ¿estás diciendo que muera? Incluso si tuviera que ir al infierno, te arrastraré conmigo. Continuaremos enredados el uno con el otro entonces.»

«Mis disculpas, pero no tengo ningún interés en interactuar contigo». Mu Ru Yue bostezó antes de mirar fríamente a Jing Tian Feng. «Además, deberías desaparecer en este momento.»

Feng Jing Tian parecía no haber escuchado sus palabras mientras se tambaleaba para sentarse en una silla y servirse una taza de té. Era como si él fuera el dueño de la habitación.